Que España sea la décima economía del mundo no significa que su influencia política corra paralela a su riqueza. Tampoco la población o la extensión territorial cuentan: la superficie de Israel es similar a la de Badajoz, y ambos se parecen en que el agua a veces está y otras no se la espera.
España fue un imperio. Blandíamos una espada y se congelaban hasta los pensamientos. Hoy abrimos la boca y suena música celestial meliflua, en el mejor de los casos. Pero terminado el concierto tan solo permanece un ligero hálito de buenas intenciones. Casi sin darnos cuenta, perdimos fincas y esclavos en el ultramar americano. Más tarde, Marruecos se quedó con los despojos españoles del desierto del Sáhara, valga la redundancia, cuando Franco dejó de respirar. Con anterioridad, a finales de los años sesenta, al dictador le obligaron a entregar Sidi Ifni al reino alahuí. Mi padre había defendido aquella provincia vestido con un uniforme de camuflaje que le sirvió para salvar la vida, pero se ve que no disparó lo suficiente, porque también Hasán II se quedó con aquel terruño. Hace tres décadas el Frente Polisario la tomó con nuestros barcos de pesca. Los marineros canarios salían a faenar y siempre había por la zona unos cuantos saharauis con la artillería. Hoy casi nadie lo recuerda, pero hay que ver cómo se odiaba a esa gente por estos lares.
Los buitres huelen la putrefacción a una distancia considerable. España no es un cadáver pero Mohámed VI, como cualquier carroñero, percibe que nos tiemblan las piernas. El tipo juega con las cartas marcadas: se cobija bajo el paraguas franco-americano y todos a callar. Además ejerce como tapón del integrismo o la inmigración hacia Europa y nuestros gobiernos no tienen ninguna intención de vapulear ningún avispero, a pesar de que a muchos el cuerpo les pida ponerle en su sitio. Como con las armas no podemos hacerlo, podríamos presionar en la UE para desposeerle del trato económico preferencial. Pero hete aquí que necesitamos a Francia para asuntos esenciales.
Puede que el tamaño no importe. Lo que en realidad cuenta es lo que sabes hacer con lo que tienes entre las manos.
Publicado en El Norte de Castilla el 17 de noviembre de 2010