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Roberto Carbajal

La aventura humana

Cueste lo que me cueste

Es tal la magnitud del desánimo que provocan las perspectivas electorales, que no sería nada extraño que en campaña los líderes del PSOE pidan que se vote al partido del logo rojo, sin más. El estigma crítico es tan desolador que se ha llegado al extremo de pretender que creamos que Zapatero es tan solo un oficio. Y mayo es el mes de las flores, no el de los capullos.

España está sumida en el cabreo por asuntos serios y por un paquete de fruslerías de lo más inoportunas. El desmoronamiento del entramado socialista se ha convertido en una tangana verbal en la que las baronías reniegan de su secretario general, crucificándole por entregas a medida que se acerca la cita con las urnas. La suspensión del acto de unción en el coso de Vistalegre ha sido la puntilla. Nadie quiere ver los despojos del presidente arengando a las masas con palabras en las que ni él mismo cree ya. Ha comenzado la guerra del sálvese quien pueda. No es improbable que en primavera Zapatero promueva la disolución del Parlamento. Sería un síntoma de que aún conserva algo de sensatez. Se convocan elecciones, las ganaría el PP y los conservadores lidiarían con el grueso de la crisis. Rajoy tendría que demostrar que puede sacarnos del enredo y los ciudadanos volcarían toda su ira contra la cuadrilla que pusiese en marcha las durísimas medidas que guardan en la cartera. Entretanto, el PSOE elegiría a un nuevo líder y podrían rearmarse hasta que el enfado de los españoles con los populares haga buenos a los socialistas. Pero no olvidemos la sentencia de José Luis Rodríguez Zapatero en el Congreso, esa de cueste lo que cueste, y cueste lo que me cueste. Se trata de toda una declaración de intenciones. Parece que va a dar con sus huesos en el duro suelo del fracaso, con la cabeza alta y los dientes ensangrentados.

Óscar López tampoco parece hilar fino. Despierta a la Junta, dice su eslogan. Da la sensación de que asumen que quienes la ocupan ahora lo harán en el futuro. Pero molestémosles un poco, como tábanos merodeando por la ciénaga.

Publicado en El Norte de Castilla el 16 de marzo de 2011

Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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