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Roberto Carbajal

La aventura humana

Amistad codificada

A la gente le está brotando en el jardín electrónico una lista de subproductos que han sido calificados como “amigos”. Desde el momento en que formas parte de una red social, esta invasión incontrolada está provocando que muchos cibernautas hayan pasado de un aislamiento atroz a la popularidad más indigesta. La RAE define el término amistad como un “afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato”. Ahora pasemos a la realidad absurda. Hasta las empresas gozan del beneficio de esos amigos. Por ejemplo, la compañía X, que elabora perfumes o ropa interior, cuenta en la Red con miles de amigos. Un programa de televisión, con millares de ellos. Cabe preguntarse cómo pueden compartir amistad el balance de cuentas del entramado que te vente un perfume y un tipo de Soria. ¿Cuál es el tema de conversación: acaso van juntos al cine hombro con hombro, se pelean por la chica más mona o comparten un güisqui de doce años acodados en la barra de un bar?

Si alguien tiene la ocurrencia de inscribirse en algo como el Facebook puede encontrarse con que germinarán como hongos supuestos amigos. Algo así narraba José Luis Cuerda en la divertida ‘El Bosque Animado’, en la que emergía gente de un huerto. Si has caído en la red social, no te extrañe que una bielorrusa a la que no has visto en tu vida quiera convertirse en alguien que viene equipada con el afecto de serie, que es desprendida y que, con el trato, pretende fortalecer lo que os une. Todo este pastiche podríamos tomárnoslo a la ligera quienes hemos pisado dos siglos. La cuestión que hemos de plantearnos es cómo afrontarán los nativos electrónicos este tipo de valor, qué peso conferirán al término y hasta dónde extenderán unos sentimientos aún por eclosionar. Porque no olvidemos que, a pesar de la omnipresencia de la Internet, las nuevas generaciones deberán tratar con gente de carne y hueso, con la que compartirán afinidades, pero quién sabe si encriptados entre una cadena hermética de números primos.

Publicado en El Norte de Castilla el 13 de abril de 2011

Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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