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Roberto Carbajal

La aventura humana

La paleta de los partidos

El GRECO ha llegado a la conclusión de que las cuentas de los partidos políticos españoles son tan oscuras como el betún. No lo ha dicho el célebre autor del cuadro ‘El caballero de la mano en el pecho”, quien, si hubiese participado hoy en la pinacoteca representativa, habría entonado el mea culpa. La realidad dicta que ni el pintor cretense ni el Grupo de Estados contra la Corrupción pintan nada en la escala cromática del disimulo financiero de la política. En España, las formaciones que dicen representarnos perciben ingresos de los presupuestos generales del Estado y también engordan las cuentas las aportaciones de afiliados y gente simpática, regulado por una ley del 2007. Todo el mundo está de acuerdo con la impericia pictórica que traza esta normativa. Nos encontramos con que no es posible saber cómo se gastan y de dónde vienen todos los ingresos de los partidos. A la luz del informe del GRECO, el enredo en el que se encuentran el Tribunal de Cuentas y el Banco de España, no se puede controlar el dinero negro que pinta muchas de las sedes que regurgitan a nuestras inefables señorías. A todo ello, añadamos las sospechosas y colosales condonaciones de las deudas que algunos bancos aplican a los grupos hegemónicos. O cómo un tipo se aposta en el baluarte de un partido en una provincia tomada al azar y entrega una cantidad opaca al tesorero de turno. Con ella, ambos hacen virguerías, pero no toma asiento en ningún balance de cuentas. El Greco emulaba esta situación, pintando más sombras que luces al retratar a tanta eminencia.

Como las grandes formaciones tienen motivos para el sonrojo, esta situación seguirá enquistada sine díe. No extraña que salten a diario casos de corrupción a lo largo de todo el país. Matizaría mejor esta escabrosa temática Sorolla, el pintor de la luz mediterránea. La mala noticia es que en Valencia las cosas no pintan demasiado bien. La paleta contiene una mezcla de sustancias indescifrables. Se necesitaría tanto aguarrás, que su efluvio echaría para atrás al propio Sorolla.

Publicado en El Norte de Castilla el 27 de abril de 2011

Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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