Estados Unidos fue la solución en las dos grandes guerras del siglo XX. Luego, a medida que sus tentáculos fueron extendiéndose en la lucha contra el Telón de Acero, la maquinaria imperial comenzó a sumirse en el descontrol. Parecía ver tantos fantasmas que acechaban su modo de vida y sus intereses económicos en el extranjero, que comenzó a alimentar a las víboras. Poco importaba la latitud, si conocían a fondo la idiosincrasia del lugar o si el enemigo lo era. El caso es que subcontrataban los recursos en la pugna contra la bicha soviética. En Afganistán, en los años ochenta, y bajo la presidencia de Jimmy Carter, Estados Unidos armó hasta las cejas a los talibán, unos curiosos personajes que luchaban denodadamente contra la invasión soviética. Los rusos eran incapaces de hacerse con el territorio, un espacio hostil orográfica e históricamente. Carter pensó que podía combatir al Oso sin desplazar hasta allí su maquinaria, así que formó a esos atolondrados campesinos, los dotó de armamento sofisticado y, finalmente, la URSS desistió de quedarse con los afganos. ¿Pero dónde durmieron los misiles, acaso fueron devueltos a su proveedor?
En aquellos días, Ben Laden correteaba por la zona. Era el mismo del que hoy se alimentan los peces. La CIA le entrenó y le contó un par de cosas que este millonario desconocía para apretar el gatillo. Décadas más tarde, su fortuna personal y el bagaje militar puesto a su servicio por los estadounidenses lo convirtieron en la bestia negra de sus mentores. EE UU es un estado de ánimo. Sus agencias de inteligencia aglutinan demasiadas sensibilidades y, hasta 2001, cada uno hacía la guerra por su cuenta. Actualmente sus distantes despachos son más permeables y en algo han contribuido para quitarle la pila al contador de Osama. Pero cabe preguntarse cuál será la parte del mundo a la que ese gran país alimentará con plomo. Porque la tozuda realidad ha constatado que esa nación se dedica a apagar incendios tras haber proporcionado un arsenal de cerillas a los amantes del fuego.
Publicado en El Norte de Castilla el 4 de mayo de 2011