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Roberto Carbajal

La aventura humana

Candidatos de plástico

No estaría de más recordar a los votantes que los candidatos que aparecen en los carteles son de carne y hueso. Es la misma gente que se encontraron por la calle o en el informativo. Más que nada, para centrarnos y saber a quién se vota. El retoque fotográfico es también digital, es decir, se aplica con el dedo: un candidato o candidata pide parecerse a otra persona y salta por encima del asesor de imagen más bravucón. Yo quiero tener la barbilla de esa cantante, y dicho y hecho. Así que muchos aspirantes al trono aparentan ser de plástico, lanzando miradas de plástico para votantes que se han acostumbrado a vivir rodeados de él.

La culpa de tanta obsesión por el retoque político la iniciaron Richard Nixon y John F. Kennedy en 1960. La escena tuvo lugar en un debate televisado y con periodistas. Kennedy parecía recién duchado y Nixon daba la sensación de haber sido recogido tras haberse precipitado de la trigésima planta de un rascacielos. Lo cierto es que acudió convaleciente de una operación, sin afeitar, rechazó el maquillaje y menospreció a JFK, todo ello retransmitido en blanco y negro. La suerte estaba echada. Pero desde entonces, las cosas no han hecho más que empeorar. Los paseos de nuestras calles están infestados de carteles con personas que nos resultan unos extraños. Algunos viandantes bromean, a ver si el acompañante acierta a quién se parece ‘el de la foto’. Para encontrar alguna arruga es necesario aplicarse, no sólo en las candidatas, que merecen un capítulo aparte. Los partidos dan por sentado que el del cartel es en realidad un ser humano. Craso error. Lo que aparece en esas tiras de papel engomado no son personas, sino una enmarañada mezcolanza de ideas más o menos ingeniosas dirigidas a individuos que se quedan de piedra cuando todo el entramado se descompone. Las promesas electorales que acompañan a esos rostros artificiales también se reciclan. Como le ocurre al plástico, hoy eres un muñeco llorón y, mañana, un salvavidas defectuoso que te encajas en el cuello mientras te hundes.

Publicado en El Norte de Castilla el 11 de mayo de 2011

Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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