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Roberto Carbajal

La aventura humana

Los policías del ministro

No existe un cargo tan agradecido como el de ministro del Interior; ojalá fuese el de Educación, pero estamos en España. Es como nacer con un pan bajo el brazo en el mundo de la política. Salvo contadas excepciones, por razones de luto y cantidad, casi todos los titulares de esta cartera gubernamental se han granjeado las simpatías ciudadanas. Se trata del jefe de los policías que detienen a los malos, enfocados en nuestra lucha contra el terrorismo.

Desde que ETA mataba a cuentagotas, hasta cuando dejó de hacerlo, han sido bandada los miembros de esta organización que han caído en manos de la justicia. Y tras las detenciones, la inherente comparecencia del ministro de turno para dar cuenta de la relevancia del acto. De ahí que, ante una horda cada vez más débil, el titular del ministerio viera cómo crecía su inmaculada imagen pública. No sucedió del mismo modo durante los gobiernos de Felipe González en los ochenta, un periodo en el que los asesinatos eran sinónimo de visceralidad.

No hay más que echar un vistazo a las hemerotecas para darse cuenta de la relevancia de la que goza el cargo. Hasta Ángel Acebes sonó como sucesor de Aznar, y ya es creer en los milagros. José Luis Corcuera no fue lisonjeado, quizá por esa brutalidad parónima que desplegaba el acólito felipista. Hoy se evidencia que Rubalcaba es el político mejor valorado del Gobierno, catapultado hasta la sucesión. Al candidato socialista se le adjudican los éxitos frente a ETA, que es tanto como decir que bajo su cobertura Policía y Guardia Civil han aprendido a hacer su trabajo con eficacia. Si crece la reputación del responsable ministerial es porque la gente considera injustamente que su estrategia fue decisiva para cobrar semejantes piezas. En todo caso, son los servicios de inteligencia y las distintas policías los encargados de cazar al delincuente; Rubalcaba y quienes le precedieron marcan la oportunidad política y tan solo aparecen en la foto. Es una obviedad, pero da la sensación de suceder al revés. Y conviene no olvidarlo.

Publicado en El Norte de Castilla el 13 de julio de 2011

Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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