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Roberto Carbajal

La aventura humana

Un tesoro amenazado

No existe en España ninguna institución más necesaria y democrática que el sistema público de salud. Tarde o temprano, cualquiera va a tener que ponerse en sus manos, así que no estaría de más que lo tratásemos como la joya de la Corona que es antes de que pueda colapsar. Hace años, durante una visita hospitalaria, salí a la escalera de incendios a tomar el aire, el de un cigarrillo. Desde la séptima planta se divisaba el patio de un edificio del complejo sanitario. Se trataba de una zona de esparcimiento espartana y pequeña. En ella estiraban las piernas dos enfermos mentales. Me sorprendió que uno de ellos fuese un empresario multimillonario que, por otra parte, había sido el presidente del consejo de una empresa en la que trabajé. El otro paciente observó que varios curiosos mirábamos a discreción y comenzó a proferir puño en alto una retahíla de insultos, contagiando a mi antiguo jefe. Aquel viejo cascarrabias tenía pagada la luz de varias generaciones. Su familia pudo haberlo internado en un lugar paradisíaco, en el que la atención suele dar la sensación de ser todo menos sanitaria. Quizá por racanería o a causa de la miseria humana ante la inminencia de una herencia tan colosal como cegadora, o por la calidad asistencial, el hecho es que aquel emprendedor hecho a sí mismo, anciano y enfermo, dejó su huella entre las paredes del sistema público.
 
La gente solo recuerda la relevancia de este servicio vital cuando le tiemblan las piernas. Ahora que este pilar del bienestar se ve amenazado tal como lo conocemos hoy, deberíamos pararnos un instante y reflexionar sobre cómo preservarlo. Los 80.000 millones que se defraudan en España al fisco hacen enfermar a quien aún conserva la conciencia ciudadana. Se trata de una cantidad equivalente al presupuesto de la Junta regional para ocho años. No se está persiguiendo este fraude como se debe y como demandan los inspectores de Hacienda. Puestos a elegir, es mejor hincar el bisturí al defraudador que usarlo para hacer recortes. Es mucho menos doloroso.  

Publicado en El Norte de Castilla el 7 de septiembre de 2011

 

Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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