El domingo pasado todo el país contempló la perversión que esconde nuestra democracia. Ocurrió durante la emisión de ‘Salvados’, el extraordinario espacio que Jordi Évole conduce y presenta en La Sexta. De la mano del senador del BNG Xosé Manuel Pérez Bouza, las cámaras se adentraron en el Senado, esa institución en la que el brillo cegador de sus suelos de mármol casi impide sumergirse en la falsedad que esconde. Bouza aseguró en varias ocasiones, para que no hubiese dudas, que el Senado no tiene ninguna utilidad. Dijo que le avergonzaba escuchar las explicaciones que les daban a los niños cuando visitaban el hemiciclo. El testimonio desalentador del senador gallego vale su peso en oro. Suele ser habitual oír en ese mundillo palabras grandilocuentes sobre la relevancia de las instituciones. Sin ir más lejos, el presidente de la Cámara, Javier Rojo, es uno de sus defensores. Faltaría más. Pero Bouza se abrió a sí mismo en canal la otra noche. Estaba claro que le dolía profundamente la realidad de lo que estaba contando. Decía que desconocía si las personas que se encontraba en los pasillos eran compañeros parlamentarios o funcionarios. O senadores que no intervenían nunca. Bultos sospechosos que planchaban el escaño. Escandaliza saberlo, pero escuchar cómo lo decía uno de ellos remueve aún más las entrañas.
Évole preguntó a uno de los nuestros sobre la utilidad del dichoso Senado. En una zona de esparcimiento descansaba el expresidente Juan José Lucas. Estaba sentado junto a un colega, con los brazos sobre una mesa que parecía diseñada para jugar al dominó. Lucas no encontró respuestas adecuadas a sus funciones, pero los espectadores pudieron contemplar los imponentes salones entre los que anidan sus señorías, a cinco mil euros por mes dormitado. La emisión del ‘Salvados’ del pasado domingo debería hacer reflexionar a la res pública. No constituyó un testimonio violento, manchado de sangre; fue una muestra brutal de cómo el supuesto Estado de derecho se burla de quienes lo sostienen con sus impuestos.
Publicado en El Norte de Castilla el 28 de septiembre de 2011