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Roberto Carbajal

La aventura humana

Mentir sin riesgo

Traicionar al electorado en España no tiene precio. Para todo lo demás, el maestro armero. La maquinaria teatral ha comenzado a contaminar y necesitaremos varios estómagos para digerir la trágala hasta el parto del 20-N. La política es útil cuando resuelve algo, pero sucede que quienes la ejercen anidan bajo el paraguas de la impunidad permanente. La estafa puede llevar a la cárcel a quien atente contra el patrimonio de alguien. Pisotear el programa electoral y la esperanza tras instalarse en el sillón no acarrea responsabilidades. Incluso la gente ha asumido que los partidos no sustancian lo que prometen y este convencimiento se aprecia como un comportamiento estándar. No parece presentable que un candidato llegue al poder e incumpla sus ofertas esenciales durante el mandato.
 
Las decisiones de las instituciones suelen ser de tal trascendencia para la ciudadanía, que deberíamos tomarnos en serio participar activamente en la vida pública. Puede que resulte estridente, pero tal vez la solución pase por dar la cara al votar, firmando la papeleta del partido X y sellar así un compromiso de ida y vuelta. Personalmente, no tendría ningún problema en que mi identidad se hiciese pública. A cambio, pediría al representante que se aupó al sillón con mi voto que rinda cuentas cuando se las pida y pueda demandarle cuando lesione los intereses generales. En Islandia han sentado en el banquillo al ex primer ministro por este motivo, así que no veo por qué sería inviable en España.
 
Votar en secreto sirve para blindarse frente al miedo, aunque reconozcamos que ese anonimato acarrea muchos quebrantos y alimenta la impotencia. El día de las elecciones no es la fiesta de la democracia, como algunos se empeñan en cacarear cuando toca. Por el contrario, se trata de la jornada en la que se legitima la partitocracia y la constatación de que el pueblo acepta la imposición de reglas inapropiadas, permaneciendo al margen en la elaboración de las opciones que deberían defender sus intereses. La inercia adormece las conciencias.   
 
Publicado en El Norte de Castilla el 19 de octubre de 2011

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Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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