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Roberto Carbajal

La aventura humana

El enemigo en casa

Óscar López no debió nunca acompañar a Rubalcaba al debate con Rajoy, ni siquiera haberle rozado días antes. Si no se contextualiza, resulta incomprensible que el candidato socialista tratase al aspirante popular como si fuera el ganador de las elecciones. Y cuesta más entender que sucediese algo así en alguien como el exministro del Interior, un tipo listo y fajador como pocos, que experimentó una transformación inédita ante quienes le habíamos juzgado de otra guisa. La explicación habría que buscarla en el efecto contagio, en esa ósmosis de estado anímico con la que López traspasó la piel de Rubalcaba. La actitud que adoptó el jefe regional de los socialistas en su disputa electoral de mayo tuvo los mismos tintes de rendición que la vivida en el debate del lunes. Todo se pega, como sucede en los parvularios, en los que un niño sano por la mañana se llena de piojos o varicela por la tarde.
 
Rajoy estuvo más cómodo que nunca, incluso llegó al punto de disfrutar de la situación. A medida que transcurrían los minutos, el líder popular lucía muy relajado, a pesar de estar envuelto en demasiadas chuletas, que no le pasaron factura. Rubalcaba se comportaba como un súbdito suyo, dado que lo trató de presidente electo a lo largo de la emisión del espacio. Imagino la estupefacción de Elena Valenciano, la jefa del tinglado. En el receso debió de advertir a su pupilo del trato que dispensaba a su contrincante, porque se notó en la reanudación el cambio verbal al dirigirse a él. Pero de nuevo el efecto López se apoderó de Rubalcaba, y volvió a plasmarse la evidencia de que su interior se rinde a la certeza del posible barrido electoral que aguarda en pocos días. La gente estará aún preguntándose para qué tanta preparación, para qué ese cuidado enfermizo de los detalles si, al final, se termina descuidando uno enorme, como es la presencia de un asesor con mal fario. Óscar López cosechó la mayor derrota electoral del PSOE en Castilla y León. Y parece que otra historia similar se producirá en un par de domingos.  
 
Publicado en El Norte de Castilla el 9 de noviembre de 2011
 

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Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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