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Roberto Carbajal

La aventura humana

Disparar a ciegas

Las guerras convencionales se libraban de forma tan simple como sangrienta. El ejército del país A traspasaba las fronteras de B, masacraba a la población, sometía a los supervivientes y se apropiaba de la riqueza. Hoy parece que no es necesario empuñar un fusil de asalto para subyugar a nadie. Basta con que un grupo de estúpidos bien formados jueguen a los dados en el mercado mundial de valores para poner de rodillas a estados soberanos raídos por la historia. Claro que la idiocia germina por doquier, así que mientras estas naciones se cubrían de deudas movidos por la alegría de quien juega con pólvora del rey, ese grupo de avispados sin escrúpulos posicionaban sus ojos medioplacistas sobre las reses enfermas en que se han convertido los viejos pueblos europeos.

Resulta desolador conocer que España debe afrontar un pago diario de 100 millones de euros, y eso mientras disfrutamos del primer café. Se trata de la deuda soberana que nuestro reino debe satisfacer en cómodos plazos con la llegada del alba, como un reo a punto de ser colocado ante un pelotón de fusilamiento. Repetir con un monacal bisbiseo semejante suma produce un escozor tremebundo. A pesar del tamaño de la suma, parece que nuestro país es tan cumplidor como una madre de familia educada a la antigua, a la que nadie va a sacar los colores; faltaría más. Pero la interrogante es hasta cuándo podremos pasearnos sin rubor y con la cabeza bien alta. De momento, los vecinos hace tiempo que comenzaron con sus cuchicheos. Aunque no conviene escupir hacia arriba, tirando de la sabiduría popular. En el salvaje mercado no se fía, no es un colmado de barrio en el que la gente pueda conmover con una caidita de ojos. En ese territorio del desenfreno y la codicia suele gustar cobrar piezas de caza mayor. Algunos van dando lecciones por el continente, quizá tratando de desviar la atención. Francia mira de reojo mientras silba sotto voce ‘La Marsellesa’, como si el asunto no fuese con ella. El enemigo está por todas partes. Sí, ¡pero a quién disparamos!     

Publicado en El Norte de Castilla el 16 de noviembre de 2011

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Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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