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Roberto Carbajal

La aventura humana

Transparencia y justicia

Quién iba a pensar que la Casa del Rey se convertiría en la primera institución que anuncie transparencia en sus cuentas. Bien es cierto que el ‘caso Urdangarin’ ha puesto contra las cuerdas a la Corona y ha provocado este anuncio cristalino. Hasta ahora, la partida presupuestaria asignada al sostenimiento del jefe del Estado y su entorno se consignaba en una sola línea, sin especificar nada más que la cantidad. A pesar de las circunstancias que han precipitado estos cambios, hemos de saludarlos como merecen, sin excesos. Que nadie espere que se revelen detalles morbosos, porque si no muchos van a llevarse una gran decepción. La reina de Inglaterra narra en su web hasta los gastos de peluquería, un material folclórico que da mucho juego a la hora del té.

Mientras se habla de hacer transparentes las cuentas reales, en el resto de las instituciones españolas es inexistente, y eso que se trata de un derecho contemplado en la Constitución que nadie se ha ocupado de desarrollar. El PSOE engañó a los españoles durante dos mandatos incluyéndolo en sus programas. Nunca cumplió con lo escrito y traicionó a quienes esperábamos que la ley de transparencia y acceso a la información se convirtiese en una realidad. El PP plasmó en el suyo la formalización de esta pata de la democracia, pero habrá que verlo para creerlo, habida cuenta de que con la excusa de la crisis se puede burlar el todo.

El hecho de no tener acceso a la información pública impide, entre otras cosas, que sean legión los ciudadanos que puedan fiscalizar los dineros públicos, el cruce de influencias y mala praxis en los despachos de la Administración, la alegría en el gasto y el soborno oficializado. De repente, se ha producido una eclosión de causas judiciales en todos los costados de nuestro país. Y salpica a la realeza, a políticos de altura y también a los de bajura. La Justicia no se casa con nadie y ahora tiene la oportunidad de mostrarse ante los ciudadanos como un poder diáfano, independiente y creíble. Al parecer, el único que nos queda.   

Publicado en El Norte de Castilla el 14 de diciembre de 2011

Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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