No deja de ser chocante que quienes durante décadas se han afanado en acabar con la monarquía española hayan encontrado dentro de palacio a un aliado sorpresa para golpearla. Nacionalistas, republicanos, descreídos, descerebrados o terroristas: todos bogaban en la misma dirección, aunque con objetivos diferentes. Pero hete aquí que el peor de los adversarios de la institución dormía los fines de semana en la cama de al lado. Roncase o no, se ayuntara o descansara en paz, el caso es que el bueno de Iñaki Urdangarin se ha hecho un hueco en la larga lista de refractarios que libran sus hostilidades contra la Jefatura del Estado, casi sin quererlo, a lo tonto, tontamente.
Hay que ser un osado recalcitrante para creerse a salvo de cualquier amenaza. Una de dos: o no eres de aquí, o eres de aquí pero vives muy, muy allá. Este es el quid de la cuestión. Urdangarin se estableció en un mundo en el que las palabras sobran porque dan paso a los hechos gracias a un fulgor prestado. La lógica conduce a la conclusión de que el Rey conoce las actividades de su familia, entre otras razones porque cualquier práctica discorde puede hacer que se tambalee su corona. La posibilidad cierta de que todo es susceptible de ser investigado, y que cualquier sujeto que piense debería contemplarla en su dietario, parecía mostrarse esquiva a la percepción del todavía hoy Don Iñaki. Henchido de impunidad y príncipe del mambo, el consorte empleó el Palacio de Marivent para negociar entre bambalinas. Algo tan morboso como acostarte con tu amante en la cama del corneado. El duque vasco vuelve a España en febrero para defenderse. Su suegro ya lo ha condenado, porque manejaba los mismos datos que Urdangarín trataba de ocultar. Un día pensó que los goles entraban tan fácil como los millones, y el tiempo le dio la razón. Pronto regresará para tratar de salvar los muebles del entramado que tejió tras dejar el balonmano. Puede que rescate algunos, entre los que no va a encontrar su silla. Con cuñados así, ¿quién diablos quiere una fiesta?
Publicado en El Norte de Castilla el 4 de enero de 2012