No hemos vuelto a ver públicamente al presidente Rajoy desde que anunció la composición de su ejecutivo. Dónde está, qué nuevos sobresaltos aguardan a la cartera de los españoles, por qué dio un revolcón al programa electoral que le aupó a La Moncloa, cuál es el plan para salir del pozo, cómo se puede ahuyentar la crisis con menos dinero en los bancos o sin inversiones públicas y, más acuciante aún, ¿cuándo responderá a todas estas preguntas en inglés?
El lunes se reunirá con Sarkozy y en febrero comparecerá en el Congreso. Mientras, ha dejado que sus ministros den la cara. Como no han transcurrido los cien días de cortesía, nadie va a echar pestes sobre la gestión de Rajoy, entre otras razones porque no hay caso. Anunció que los ciudadanos notarían en los primeros meses la mano del nuevo gobierno, y vaya si la han notado. Muchos se hacen cruces por la decepción que les ha invadido. Y es que para pedir un esfuerzo vale cualquiera. Votaron al PP porque los candidatos pregonaron hasta saciarse que no meterían la mano en sus bolsillos, porque los autónomos iban a ser tratados como una recién casada o porque España recuperaría de nuevo la senda del país de Aznar. (Dios mediante.) Hasta que no se alcanza el poder es imposible conocer las cuentas públicas al detalle. La situación hemos de agradecérsela a los dos partidos hegemónicos estatales, que nunca han legislado para que la transparencia fuese la moneda común en todas las administraciones y acceder sostenidamente hasta al más ínfimo recoveco contable. Por eso no sirve escudarse en unas cuentas públicas catastróficas para defraudar a millones de españoles y a las expectativas depositadas en quienes aseguraron poseer el tarro de las esencias.
Toda esta masa crítica de incertidumbre podría mitigarse si el líder de la tribu compareciera ante la ciudadanía y fuese didáctico. Da la sensación de que Rajoy juega como si continuase en la oposición o incluso en punto muerto. Quevedo despachó el asunto con esta sentencia: “Soy un fue, y un será, y un es cansado”.
Publicado en El Norte de Castilla el 11 de enero de 2012