Un país que contempla impasible a más de cinco millones de parados es que ha perdido el respeto por sí mismo y por los demás. Hablamos de España, lo que un día se asemejaba al jardín del Edén. En primer lugar, ese respeto se disipa sin salir de casa y por ende desde el exterior, en donde dejan de tomarte en serio a las primeras de cambio. Resulta una empresa colosal labrarse una buena reputación, máxime si se trata de una nación en la que hace menos de cuatro décadas regía la dictadura del imperio imaginario. La sangría que hoy acogota a la sociedad española nos muestra ante el mundo como un mamífero enfermo que transita por un desierto infestado de carroñeros. Esta situación se traduce al mismo tiempo en oportunidades a medio plazo para quienes otean desde las alturas nuestra descomposición estructural. Y no resulta apetecible encontrarnos con un país convertido en una ganga en manos de quienes han trazado un plan para quedarse con casi todo el pastel.
La Historia ha demostrado que la austeridad llevada al paroxismo es sinónimo de empobrecimiento. Da la sensación de que se está equiparando retención y saneamiento con parálisis. Durante el siglo pasado pareció quedar claro que no se puede combatir la recesión con el frenazo en seco. De hecho, tanto Estados Unidos como Gran Bretaña hicieron circular dinero público para alentar el crecimiento, como una medicina eficaz que evitase la metástasis social y económica. Lo demostró el economista Paul Samuelson y parecía ser una fórmula ganadora. Pero la rigidez y la obstinación alemana ha contaminado el horizonte europeo, conduciéndonos a otra recesión. La defensa enardecida de la contención del gasto en territorio ajeno estrangulará a nuestro país y llenará de invasores de guante blanco el escenario en el que se subastará gran parte de la riqueza nacional. La desinversión acarrea retroceso. Soslayemos la palabrería interesada de los calificadores y poblemos de estímulos públicos el sector productivo. ¿O esperamos a que escampe con los ojos vendados?
Publicado en El Norte de Castilla el 1 de febrero de 2012