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Roberto Carbajal

La aventura humana

Segunda transición

España no acaba de cuajar, no levanta el pilpil nacional como nos gustaría. Da la sensación de que somos unos pésimos cocineros sociales. La falta de planificación y las prisas son lo peor que puede sucederle a quien enreda entre fogones. Como vivimos en un país aquejado de un cainismo vocacional, cuesta poner de acuerdo a la gente incluso para asuntos trascendentales. Enterramos al dictador y coronamos a un rey; legalizamos a los comunistas, escribimos una Constitución, unos pactos laborales y modelamos unas instituciones de cobertura. Y fue entonces cuando pensamos que ya había nacido un Estado democrático. A finales de los ochenta se hablaba de la transición como esa época comprendida entre el franquismo y el advenimiento de las libertades civiles. Más adelante, mirábamos aquellos años como algo tan distante, que mencionarlos parecía la plúmbea narración de rancias hazañas bélicas.

Lamentablemente, hoy hemos retrocedido a los años de la primera transición. La Justicia está bajo sospecha, los derechos de los trabajadores han retrocedido como nunca pudimos temer; las mujeres ya no podrán decidir cuándo tener un hijo; la Iglesia manda como siempre; los partidos políticos mayoritarios tienen la vocación de mantenerse como bastiones autocráticos alejados de la ciudadanía y el futuro está lejos de toda esperanza. Incluso Gallardón ha dejado de ser ‘socialista’ y se sienta más a la derecha que su padre. Se ha dilapidado el capital heredado, aquella oportunidad de arrancar a los españoles del atraso histórico. Algunos pretenden que sigamos siendo un país de hosteleros y constructores de niditos. Han mutilado el presupuesto de investigación, nuestra gente más válida emigra a naciones que los reciben con los brazos abiertos para trabajar en descubrimientos que luego nos venderán a nosotros, estúpidos financiadores del éxito en suelo ajeno. Toda esta basura tiene que acabar ya, porque no hace más que cercenar los sueños de nuestro pueblo. Lo difícil es encontrar cabezas bien amuebladas que lo lleven a cabo.  

Publicado en El Norte de Castilla el 15 de febrero de 2012

Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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