La aseveración un poco lela de que los políticos españoles están mal pagados se ha convertido en un tema recurrente de las tertulias mediáticas. Algunos de los participantes en esas charlas son periodistas, y no suelen extenderse en buscar analogías criticando el estado de la profesión en la que ellos parecen desenvolverse tan bien. Es cierto que los políticos cobran poco en España: alguien debería azotar a unos cuantos; cariñosamente, claro. Otra cosa es el sueldo que perciben, o lo bien remunerados que estén sus encuentros entre sombras. Varían las formas de sentir el vilipendio. Tomemos como ejemplo a los alcaldes de capital de provincia de nuestra región: cualquiera de ellos atesora al año una saca infinitamente mayor que la del presidente del Gobierno. Cobran del ayuntamiento y de sus innumerables participaciones en cajas o en empresas públicas, a lo que hay que añadir el chute de vanidad y las prebendas que acompañan al poder del escaño municipal. No comparemos la responsabilidad de gobernar un país frente a hacerlo en ciudades de decenas de miles de personas. Contamos con alcaldes que además deberían cobrar un plus de publicista genial, como Javier León de la Riva, que mantiene viva cíclicamente la ‘marca Valladolid’ en el resto de España.
¿Políticos mal pagados? No he conocido a ninguno de ellos en la indigencia tras abandonar el cargo. Todo lo contrario: muchos accedieron al mundo de la política sin haber ejercido anteriormente una profesión conocida, y hete aquí que hoy viven como ni siquiera ellos pudieron imaginar en sus delirios de grandeza.
En Islandia juzgan al ex primer ministro Geir Haarde por arruinar a su país y desoír las voces de sobresalto repetidas desde aquel parlamento. Lo hacen en virtud de una ley suscrita en 1905, la de en el banquillo te la hinco. Valencia está en quiebra y a Camps poco menos que van a sacarlo en procesión. En España se produciría una espantada colosal si los islandeses nos prestasen su ley punitiva. Resultaría divertido ver a las ratas abandonar el barco.
Publicado en El Norte de Castilla el 7 de marzo de 2012