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Roberto Carbajal

La aventura humana

¿Viva la Pepa? Mejor no

El lunes los representantes de las instituciones trataron de apropiarse de la Constitución de 1812. Llevados por un entusiasmo desmedido e ignorante, quisieron ver reflejados sus principios en ella. Aun no negando que fue un texto avanzado para la época, y dado que nuestro carácter nos impide pactar en lo esencial, pues fantástico. ¡Viva el vino!

Tras siglos de sometimiento y de dictaduras, hablar de Constitución y libertades produce un resuello enternecedor. No puede negarse que parte del articulado de aquella carta magna hace que se te salten las lágrimas. El artículo 13 dice literalmente que el objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen. El presidente Rajoy habló de que los cambios y la valentía para aplicarlos están inspirados en ‘la Pepa’ (!). El gran libro continúa con sus avances y, directamente, condena a la gente que esté a dos velas. De aplicarse hoy, varios millones de ciudadanos serían poco menos que piltrafillas indeseables y delincuentes. El texto dice que se suspenden los derechos como españoles a quienes sean declararos incapacitados físicos o morales por un juez; también, por haber quebrado o ser deudor a los caudales públicos. La siguiente es insuperable: “Por el estado de sirviente doméstico”. Sigamos: “Por no tener empleo, oficio o modo de vivir conocido; por hallarse procesado criminalmente”. Aplicado en nuestros días, no sería español ni el Tato. Respecto a la religión no deja lugar a dudas: “Será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única y verdadera. La Nación la protege por leyes sabias y justas y prohíbe el ejercicio de cualquier otra”. Este párrafo sirvió para acabar con la Santa Inquisición, pero la redacción se las trae. Libertad de pensamiento y credo, ni en sueños.

Pero el asunto de ‘la Pepa’ es agua pasada. ¿Por qué no nos centramos en desarrollar la que está en vigor hoy? Está hecha unos zorros y no garantiza casi nada de lo que en ella puede leerse. 

Publicado en El Norte de Castilla el 21 de marzo de 2012

Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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