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Roberto Carbajal

La aventura humana

El ciclo perverso

El lance recurrente de que los hijos viven como sultanes en casa de sus padres va a tener que reescribirse. Habrá que darle una vuelta en cuanto tire millas la reforma laboral. Tal y como está planteada, a las empresas les saldrá a cuenta despedir al padre para contratar al hijo en condiciones leoninas. Esto dará lugar a una situación chocante en muchas familias. El ‘cabeza de familia’ comenzó sufragando todo el entramado, el hijo vivía en un búnker de cinco estrellas sin demasiada prisa por hacer las maletas y, a regañadientes, no le ha quedado otra que aceptar un empleo en semiesclavitud. El nido está en manos de un banco, así que el antiguo huésped del ‘resort’ familiar tendrá que hacer frente al pago de la hipoteca y todos los gastos que sus padres no podrán encarar cuando se les agote el subsidio de desempleo. La situación pasará de chocante a dramática en cuanto el chaval conozca a alguien especial. Tendrá que tomar la decisión de elegir entre su pareja o la familia. Si la relación sentimental progresa, no hay otra: o se va de casa para iniciar una vida excitante o se lleva esa excitación al cuarto del piso que lo vio crecer. Cualquiera de las dos opciones es atentar contra la salud mental. Abandonar a sus padres implica condenarlos, mientras que incorporar a su pareja a esta comedia coral tensará la cuerda más pronto que tarde.

Pero no activemos las alarmas. Cuando parece que todo está perdido, siempre queda un recurso bastante seguro: llamar a casa de los abuelos. Estos tienen la casa pagada, un sueldo fijo, ahorros y algunas habitaciones libres. Sólo hay que optimizar un poco el espacio. La vivienda está a medio ocupar, porque otro de los hijos volvió con su descendencia. Donde comen dos por qué no pueden hacerlo diez. Todo vuelve a ser casi como antaño, cuando eclosionó el matrimonio. Salvo que ahora aquellas babas vienen cargadas de barbas, deudas y desolación. Los viejos se quejaban de que nadie iba a visitarlos; ahora ya tienen entretenimiento. Perversa soledad, qué sorpresas deparas.

Publicado en El Norte de Castilla el 28 de marzo de 2012

Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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