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Roberto Carbajal

La aventura humana

El Estado de Dios

Hoy es más fácil creer en Dios que en el sistema democrático. Ambas entidades son creaciones humanas intangibles, y una de las dos, un cuento. Se confiere a la democracia el sistema de libertades a través del cual el ciudadano cree elegir algo y preservar mucho. Por el contrario, abrazar la fe no obedece al sufragio universal; lo único que parece sufragar la Iglesia en estos tiempos son las necesidades básicas de los desamparados. Elegir a un representante público debería requerir un esfuerzo intelectual responsable y auditar el ejercicio de los elegidos. Con Dios no existen las dicotomías, porque todo está dictado y tan solo hay que sumarse a su prescripción. Cuando la desgracia se instala en el pío se atribuye al designio divino, mientras que para el incrédulo votante la perversión del sistema lo coloca ante un muro infranqueable.
 
En un par de días hemos descubierto que aquí no controla ni Dios. Los mecanismos que deben velar por la salud de las instituciones han dejado de funcionar, si es que lo hicieron alguna vez. Todos los actores del sistema han encubierto el auténtico fraude en que ha devenido nuestro sistema. El Banco de España gozaba de una aureola de crédito sacrosanto. Ejercía de oráculo inmaculado, hasta que descubrimos con horror que se trata del mayor encubridor del Reino, cuando no un búnker de incompetencia. Tribunal de Cuentas, Hacienda, todos los organismos que se nos pasen por la cabeza, la castañera de la esquina: nadie ha querido atajar la bestia desbocada en que se ha convertido nuestro país. El sistema bancario se zafa de todo control, con productos financieros carentes de regulación y cuyo funcionamiento nadie alcanza a entender. El Banco Central Europeo regalando el dinero a la banca, ésta prestándolo a interés inmoral al Estado para que haga frente a la deuda, el mismo Estado que antes había nutrido al BCE con esos fondos y que ahora retornan para sanear a esa banca. Una locura. Atrapado en este circo inmoral, el ciudadano, a quien torturan y mienten tanto que da por Dios.
 
Publicado en El Norte de Castilla el 16 de mayo de 2012

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Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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