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Roberto Carbajal

La aventura humana

Policías de partido

Llama la atención que cada vez que acaece un cambio de gobierno se destituya a la cúpula policial. En realidad, habrá que preguntarse a quién se deben estos servidores públicos, si al capricho político o a que se cumpla el mandato que tienen encomendado como guardianes de la ley y el acecho al delito. Durante la anterior tutela socialista se premió con ascensos y canonjías a jefes policiales, prebendas que fueron criticadas dentro del Cuerpo por obedecer a la clásica cadena de favores que suelen intercambiar el Poder y los ejecutores de sus órdenes. Esta situación conduce a colocar a los velas de armas de la ley en sospechosos habituales. Nunca sabremos con certeza si una investigación en curso contra intereses del pesebre político tendrá continuidad o pasará por la trituradora del capricho.

Cualquiera puede necesitar de la policía cuando menos se lo espera. Para situaciones de intimidación o delitos flagrantes en plena calle, es más que probable que una dotación de agentes hagan su trabajo con profesionalidad y ajustados a la norma. Pero ¿qué sucede cuando el político cae en la veleidad de descolgar el teléfono y pedir un favor a lo más granado de las fuerzas de seguridad, a los que tienen como objetivo medrar a través de la simbiosis de estas dos especies? En este punto cuaja una pareja de hecho en la que se comparte un amor desbocado y cargado de interés. Durante los últimos años la Policía Nacional ha gozado de una creciente buena reputación entre la ciudadanía, esto es indiscutible. Incluso cuando los excesos aislados de las manifestaciones de mayo salpicasen su imagen de institución cercana.

Como sucediera durante la era Rubalcaba, hoy el director de la Policía, Ignacio Cosidó, ha desmontado a la ‘crème de la crème’ jerárquica. A volver locos al resto de la escala. Tú pa’quí, tú pa’llá, en lenguaje llano, pa’ntendernos. Muchos de los removidos eran los mejores en sus disciplinas; otros, competentes pero interesados. Incluso investigaban a cargos del partido en el poder. Y eso ¡no, hija, no!

Publicado en El Norte de Castilla el 4 de julio de 2012

Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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