Hace algunos años cayó en mis manos un inventario que corría por los despachos. Eran unos folios en los que figuraban las principales empresas catalanas. El documento viral en cuestión coincidió con algunas extravagantes reivindicaciones nacionalistas y sus vueltas de tuerca a la ambición o la provocación. Eran aquellos irrepetibles días en los que Carod y los suyos inspiraban a tantos escritores de vía estrecha y a los aficionados a elaborar listas negras. La secuencia de las compañías asentadas en Cataluña aparecía en aquel papelote sin orden ni concierto, pero venía precedida de un escueto texto en el que se pedía un boicot contra el tejido empresarial de aquella comunidad autónoma. El relator apuntaba que tal o cual empresa no era completamente catalana, aunque contaba con una participación de un tanto por ciento, así que debía ser objeto de la ira del populacho.
El listado de marras circuló por todo el país alentado por cavernícolas nacionalistas de corte españolista y, lamentablemente, caló en tierras castellanas. Los urdidores de la infamia proponían del mismo modo sustituir el producto catalán por otro autóctono. Esto produjo situaciones tan estúpidas como que el rechazo al líder del cava en España rescatase del ostracismo al ignoto espumoso que se elaboraba en Castilla y León. Parecía que en esta materia triunfaron los conspiradores. Pero los bodegueros cayeron en la cuenta de que no contaban con suficientes botellas de cristal para satisfacer al mercado, no teniendo otra que comprar esos envases a los catalanes que se las estaban comiendo a causa del boicot.
En las relaciones tortuosas entre Cataluña y su matriz no existe un solo responsable. La base del desencuentro hay que buscarla en la ligereza de los dos grandes partidos estatales, que pactaban con el diablo en interés propio. El nacionalismo campa a sus anchas con su eficaz TV3 al frente. El acto del pasado 11-S no solo constata el fracaso de un proyecto de país, sino que la ignorancia es el peor de los males, porque conduce a otros.
Publicado en El Norte de Castilla el 19 de septiembre de 2012