El Gobierno blindó ayer el Congreso con jaulas para protegerse de la chusma o viceversa. Lo que en realidad parieron fue un circo en toda regla. Los leones se sentían como en casa, a pesar de que uno de ellos esté emasculado y ruja con voz de pito. El público que circundaba el Parlamento en realidad pretendía circuncidar a sus miembros, para reivindicar con esa operación un poco más de higiene en ese palacio burlón. Pero el espectáculo siempre suele estar en la pista central, y la gente quería entrar porque pagan. El momento más esperado por muchos es la irrupción de los payasos, aunque el noble edificio de la soberbia nacional es difícil que te arranque una sonrisa; más bien lágrimas a lo Charlie Rivel, un payaso catalán con un talento fuera de lo común.
Los niños que todos llevamos dentro entrelazamos nuestras manos, apretamos los labios y, bang, ahí los tenemos. El pierrot, con su rostro empolvado de blanco y gesto serio, tratando de controlar al resto de la ‘troupe’, que no cejan en su empeño de armar bronca. El augusto es incontrolable y este circo parlamentario está atiborrado de ellos. Son los más torpes porque desbaratan las propuestas del pierrot y no hay dios que ponga orden cuando se desmadran y golpean el suelo con sus zapatones. Los contraugustos juegan el papel de los diputados de provincias: no entienden nada y olvidan sus compromisos. Su máxima es instalarse en la inacción permanente porque son un desastre. El mimo-clown pone el contrapunto a este grupo de cómicos. Suele desarrollar su tarea en silencio. Atesora un montón de habilidades, aunque en realidad está condenado al ostracismo porque no tiene el terreno abonado para demostrar nada. El payaso excéntrico tiene una capacidad especial para erradicar la adversidad y aplica su ingenio con creatividad y eficacia, aunque no suelen darles pista.
El espectáculo de ayer fue para llorar. No quedó claro si las rejas se tejieron para que la gente no entrase al Congreso o para que los diputados se quedasen a trabajar un solo día por el país.
Publicado en El Norte de Castilla el 26 de septiembre de 2012