Un político sin escolta y coche oficial se queda en un piltrafilla. Aunque nuestro hombre no levante un palmo, cuando le abren la puerta se agiganta de tal modo que su sombra podría cubrir la Meseta. Es una especie de copo de cereal que se hincha a medida que la mirada del populacho provoca en él una polución precoz, que lo hidrata de vanidad. Una tarde me di de bruces con José Bono mientras descendía del coche y se embutía en su americana. Allí estábamos a solas él, su chófer, el escolta, su vanidad y yo: toda una multitud. Aún no había adelgazado, acentuando más su ademán pomposo, aunque este discursista manchego es el mismo sobre el asno de Sancho Panza.
España contabiliza muchos loros y poco chocolate, así que a legislar: los políticos deberían moverse en taxi para ahorrar y aprender. Dado que se muestran incapaces de solucionar los problemas que aquejan al país, en ese universo sobran las ideas. Algunos taxistas son una fuente de inspiración. La mayoría en el sector hablan lo justo, pero todo es casus belli si te toca uno con aspiraciones imperiales. De ahí que el político y el taxista sean incompatibles. Es pura redundancia ponerlos juntos en aquel templo de las soluciones imposibles, porque no sacaríamos nada en claro y para el preboste es molesto salir de un parlamento y sentarse en otro. Pero esta encerrona beneficia a todo el mundo.
Política e improvisación. Recuerdo haber disfrutado sólo de dos carreras en este servicio. Hace veinticinco años regresaba de un viaje a Cuba. El veterano taxista que me recogió en Barajas había trabajado como chófer de Fulgencio Batista durante su exilio en la España de Franco. Tal cual. “¡Cómo se tiraba el dinero en aquella casa! Claro que mi familia comía jamón ibérico gracias a lo que despreciaba la señora.” Allí guardaba la foto con la esposa del dictador y alguno de sus hijos. El segundo viaje feliz: un taxista de Valladolid sintonizando jazz. Rara avis. Se trata de Jazz FM, una emisora puesta en marcha en abril por un chaval de la ciudad. Y para de contar.
Publicado en El Norte de Castilla el 10 de octubre de 2012