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Roberto Carbajal

La aventura humana

El tango de la muerte

Mariano Rajoy ha encargado un informe para conocer si las afiladas vallas de Melilla son lo que todo el mundo sabe que son. Le faltó decir que lo que se ha publicado es falso, salvo alguna cosa. El presidente del Gobierno no tiene claro que las llamadas concertinas dañen ‘seriamente’ la salud, como el tabaco. Antes de que viésemos a un montón de negros saltar desesperadamente la frontera africana y hacerse jirones el cuerpo pensábamos que la concertina era el acordeón que acompaña un tango. Paradojas de la crueldad, resulta que el desgarro con que se agita una pareja argentina tiene otra vertiente sanguinaria. El baile puede abrirte metafóricamente el corazón, pero las concertinas metálicas casi te practican la autopsia. Para conocer el alcance del peligro, nuestro presidente puede hacer una prueba sin salir de su búnker. Con que tome un abrecartas y se le vaya la mano es más que suficiente. Nadie se ha ocupado a estas alturas de retratar al sujeto que dio nombre al arma que convierte personas en lonchas de kebab. Hasta el nuevo portavoz de los obispos ha regañado al Gobierno, pero en este tema el partido conservador silba.

Cuesta tragarse y digerir que Rajoy cuide con tanto celo a los no nacidos y no se ablande ante los que aún permanecemos con vida. Aunque, en honor a la verdad, no extraña a nadie: dirige un partido que no quiere desenterrar a decenas de miles de personas que yacen en las cunetas asesinadas durante el franquismo. La ONU le ha exigido que rescate a toda esa gente; pican en hueso, porque no saben que el presidente cree que esos minerales abonarán una hilera de bellas flores. Decía con desparpajo el portavoz popular Rafael Hernando que los herederos de esas víctimas huelen una subvención y automáticamente piden recuperar a sus seres queridos. Una afirmación reveladora de la sensibilidad que atesora ese corazoncito que reservan algunos a la Historia, que ha enfurecido a quienes luchan por dignificar y honrar a los despojos familiares. La vida es un tango y la muerte un pasodoble.

Publicado en El Norte de Castilla el 27 de noviembre de 2013

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Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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