El mundo está deshumanizándose. El capital gobierna el planeta y los poderes públicos hincan la rodilla ante su arrolladora omnisciencia. Ya. El caso de España no escapa a ese fulgor material, pero aún daba la sensación de que aquí no se había desvanecido la sensibilidad ante quienes llegaban a nuestras costas con un hálito de vida. Permanecían frescas en nuestra retina las imágenes de agentes de la Guardia Civil amparando con delicadeza a los inmigrantes que arribaban exhaustos a suelo español. Hombres y mujeres auxiliados por miembros de este cuerpo policial, brindándoles un abrazo y cubriéndolos con mantas. Niños en brazos de esos mismos agentes que contenían las lágrimas como podían ante la crudeza de la tragedia. Todos estos hitos han sido eclipsados por un incidente lamentable, del que aún queda por despejar quién dio la orden de disparar pelotas de goma contra personas que nadaban a la desesperada y, lo que es más troncal, quiénes han marcado los protocolos que han desembocado en este triste incidente.

Las cámaras que contienen las imágenes de los hechos deben revelar qué sucedió. Graban durante veinticuatro horas todo lo que se mueve a lo largo de los ocho kilómetros de frontera. El mero hecho de disparar pelotas al mar y no a las personas no exime a los responsables jerárquicos de la gravedad con que se manejó este asunto. Quienes nadaban a la desesperada desconocían la naturaleza de las armas; solo pataleaban en el agua para eludir la munición. Las contradicciones entre el director general de la Benemérita y el ministro del Interior exigen depurar responsabilidades sin dilación. Han muerto quince personas, a quienes habitualmente se les llama subsaharianos, africanos, negros y una gélida ristra de adjetivos. Esta sangría no va a terminar. Miles de personas aguardan su turno para llegar a España, gritando Barça, Barça. Son seres humanos, individuos nacidos, no un óvulo fecundado del tamaño de un euro. La ‘mercancía’ que llega a esta parte de la UE son personas, no cosas. Tengámoslo presente.

Publicado en El Norte de Castilla el 19 de febrero de 2014