En la adolescencia ligaba el que destacaba. El guapo lo tenía fácil; el gracioso, más, y, si no querías ir de vacío para casa, siempre te quedaba cargar con una guitarra. Mal tocada, este instrumento netamente español era el tercer brazo que nos faltaba para tener la oportunidad de abrazar o ser abrazados. Algunos buscaban un beso con el maltratado “Romance”, una pieza anónima que pocos abordaban con todo el rigor. Pero también lo intentábamos con la música de Paco de Lucía. “Entre dos aguas” era ‘la nuestra’. Uno de nosotros hacía los bajos y el otro la melodía. Eso sí: llegaba un punto inabordable para nuestras habilidades. Nos hacíamos los interesantes y comenzaban a dolernos las manos; aun así, nos servía para atraer a las chicas, un recurso que han empleado muchos músicos, no nos engañemos. Paco de Lucía aupó a la guitarra flamenca en el mapa, con su toque revolucionario y su arrolladora presencia. Idolatrado (y criticado por romper los cánones del toque), el grandioso Paco se ha ido, pero sus grabaciones permanecerán siempre. Nos acompañarán a quienes nos ayudó a ligar y, con besos o sin ellos, siempre habrá ocasión para amar con pasión, inspirándonos en la nostalgia y reconociendo el agradecimiento por los buenos ratos que nos hizo pasar.