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Roberto Carbajal

La aventura humana

La galga, cazada

A Marta Domínguez se le acabaron las carreras, al menos esas con las que medró a costa del dinero público. Los tribunales internacionales que juzgan a los deportistas bajo sospecha han dictaminado que la atleta palentina se dopó. Domínguez ha avergonzado al deporte español, por eso la fiscalía competente debería pedirle que devuelva el dinero que le sirvió para pasear la bandera de España por todo el mundo. En nuestro país, Marta fue absuelta en este proceso, y está claro que alguien no hizo bien su trabajo por preservar la imagen del deporte español. Durante todo el proceso que precedió a la decisión actual, mucha gente hizo una piña en torno a esta corredora caída en desgracia y los palentinos aún más, porque ya se sabe que los pueblos, carentes de otros hitos que celebrar, se enorgullecen de quienes al menos les dan alegrías para sacar pecho. Me pregunto qué pensará hoy Palencia de esta hija de su terruño, que fue honrada con una concejalía y a quien Mariano Rajoy encumbró hasta el Senado, pagándole un sueldo público, que es de lo que ha vivido la fondista durante toda su carrera, publicidad incluida. El BOE publica que Marta Domínguez ya no es una deportista de élite. Al margen de sus acusaciones contra la Guardia Civil, tildando a la Benemérita de manipular las muestras de sangre encontradas en la nevera de su casa, Domínguez debería pedir perdón en una comparecencia pública. La corredora ha dañado la imagen de la marca España y alguien debería tomar cartas en el asunto. Marta es soberbia en la peor acepción del término, así que tampoco hemos de esperar que esa aparición se produzca. La hemos visto en televisión amenazando con atropellar a un periodista a la puerta del garaje de su domicilio. Mariano Rajoy es un hacha para defender la inocencia de la gente de su partido. En su día, el presidente en funciones proclamó la inocencia de la atleta y a punto ha estado de ser diputada en el Congreso. Menos mal que lo frenaron a tiempo. Ahora, esta galga desvergonzada deberá colgar las botas, como hacen algunos descerebrados con sus perros.
 
Publicado en El Norte de Castilla el 10 de febrero de 2016

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Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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