No todo van a ser malas noticias sobre Donald Trump. Por ejemplo: en España no tenemos a nadie que se le parezca, al menos que tenga predicamento o visibilidad pública. Padecimos a un sujeto que provenía del mundo de las finanzas, un hombre de éxito y elevado a los altares por las instituciones universitarias. Se llamaba Mario Conde, y todo el mundo conoce su historia. No negaremos que el presidente electo de EE UU causa inquietud, porque es como una pelota de goma sin control y aún desconocemos cómo va a afectarnos su mandato. De él se ha dicho que es un patán, ignorante, xenófobo, sexista y un sinfín de calificativos con los que podríamos definirlo. Pero a pesar de todo lo anterior, suele pasarse por alto que es un hombre de éxito y que a partir de enero su poder marcará gran parte del destino del mundo. Siempre han existido la belleza y la fealdad, los gordos, los flacos y el bien y el mal. A Trump lo hemos perfilado como la encarnación de todos los males. Como aseguraba san Agustín, si el mal no existiese habría que crearlo. Los sesenta millones de estadounidenses que auparon al magnate hacia la Casa Blanca sabían lo que se hacían. Son blancos, de clase media o alta, según las estadísticas publicadas recientemente. Bien. Una vez localizado el problema, fijemos cómo defendernos de sus futuras políticas. En el espacio del ‘bien’ contamos con un territorio que defiende otros valores. Se llama Europa y nosotros somos parte de ella. El más que probable aislacionismo y el proteccionismo de Trump debería alertarnos sobre los peligros de no marcar la pauta para diferenciarnos de lo sucedido en territorio americano. La EU debe perseverar en defender sus valores. Frente al aislacionismo del otro lado del Atlántico debemos trazar la senda de la expansión. El populismo que ha coronado a Trump no debe extenderse hacia el espacio europeo. Contemplamos con estupor cómo los británicos fueron presa de un pánico infundado abandonando la EU. En Francia, la fascista Marine Le Pen se está frotando las manos de cara a las elecciones. Populismo y dinamita pura.
Publicado en El Norte de Castilla el 16 de noviembre de 2016