Pablo Iglesias pensó que podría cambiar la política española. Se equivocó. Él, sin darse cuenta, se ha convertido en un estandarte de la clase dirigente actual. Su mesianismo se ha quedado en nada. La vieja política, de la que renegaba, ha penetrado en su partido por ósmosis inversa, que es una técnica por la que se vuelve potable el agua, solo que en el caso que nos ocupa se ha quedado en un líquido insalubre. Iglesias se ha enfrentado a su lugarteniente, Íñigo Errejón, y viceversa. Ambos representan dos corrientes diferentes, como suele suceder en los partidos a los que tanto tiempo han criticado. Errejón e Iglesias constituyen dos formas de interpretar la política. Ninguno de los dos son nada, humo que se vende a través de la televisión. El basamento de Podemos está sustentado en una base social que muestra su disconformidad con la forma en que se ejerce la política tradicional en España; el sustento de este partido populista no es otra cosa que una amalgama de personas encabronadas por la degeneración que ha venido experimentando la sociedad de nuestro país como consecuencia de la crisis económica. Pablo Iglesias cree que puede reemplazar al PSOE como una fuerza con posibilidades para representar a la izquierda moderada, pero nada más lejos de la realidad. Podemos es un invento, una recreación, un infundio que promete el paraíso a quienes viven en el desencanto; no es nada más que eso. Mantendrán su representación en el Parlamento durante algún tiempo, hasta que las aguas regresen a su cauce, que es lo que reivindica la naturaleza. Algún día los socialistas recuperarán la senda de la conexión con su suelo electoral y Podemos pasará a ser un hecho residual de esa supuesta izquierda. Pablo Iglesias cree que es un remedo de la iconoclasta imagen del Che Guevara, un personaje del ala izquierdista regeneradora y revolucionaria. Pero sucede que este hombre, Iglesias, vive en un mundo imaginario, en su Arcadia feliz, en la que todo es posible para proporcionar un mundo idealizado que es imposible de sustanciar. Pablo Iglesias es un bluf.
Publicado en El Norte de Castilla el 14 de diciembre de 2016