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Roberto Carbajal

La aventura humana

No en mi nombre

Ha vuelto a suceder: España ha hecho el ridículo en el festival de Eurovisión. El representante español, como era previsible, ha quedado en un meritorio último puesto, que es una manera como otra cualquiera de llamar la atención y promocionarse. ¿Cómo si no hemos de entender lo que ha pasado? Durante los últimos años, el festival de la canción europeo se ha convertido en una astracanada y los concursantes de muchas naciones parecen sacados de una serie B del circo más chusco. Dicen que este concurso es sólo para horteras; no lo creo. Yo dejé de verlo desde que desapareció la música en directo en 1979 en Israel, en el que el país anfitrión venció con su famoso ‘Haleluya’. La música ha formado parte de mi vida. La he tenido en la familia desde la infancia y nunca he dejado de amarla. Otra cosa bien distinta es a qué llamamos música. El sujeto que representaba a Televisión Española en el certamen concurrió con una canción que no había por donde cogerla. La escuché porque el día de que la eligieron se armó un escándalo en el plató porque el público se dio cuenta de que se había producido un pucherazo. Los sinvergüenzas que optaron por el tema cantado por un supuesto músico han colocado a España a los pies de los caballos con semejante apuesta. Finalmente, y a pesar de la tendencia de los últimos años, Portugal se alzó con el triunfo, con una balada preciosa cantada en su propia lengua. Y esta circunstancia tiene mérito. Los ‘nuestros’ berrearon en inglés, algo que no entiendo, porque quienes representen a nuestro país deberían hacerlo en español, una lengua con una proyección que no tiene freno. Alguien tiene que tomar las riendas de este sinsentido. Tenemos talento suficiente para crear una partitura digna y que opte a ser triunfadora. Por tanto, hemos de concurrir en un concurso nacional que alumbre a un artista solvente y su música no nos deje en ridículo. Y el jurado debe estar formado por profesionales reconocidos. La marca España no puede arrastrarse por el mundo y nuestra dignidad, tampoco. Como español, esta gentuza no me representa.

Publicado en El Norte de Castilla el 17 de mayo de 2017

Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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