En un alarde de ingenuidad, siempre pensé que el Estado de derecho garantizaba el cumplimiento de las leyes. El tiempo ha demostrado que estaba en el limbo. Durante su mandato, el presidente Zapatero sacó adelante la mal llamada ley de la memoria histórica, que pretendía dar dignidad a las víctimas represaliadas por el franquismo. La norma entró en vigor pero no su cumplimiento. Al menos durante el mandato del Partido Popular y su insigne presidente. Hasta asuntos san sencillos de llevar a cabo se muestran como tareas colosales. Pregunten en Salamanca: es continuo el debate sobre cómo eliminar la efigie de Franco de la plaza Mayor, un medallón esculpido en los muros de aquel espacio público. Las autoridades de la ciudad han encargado informe tras informe para dilucidar cómo llevar a cabo la demolición. Y eso que solo se necesita un martillo de grandes dimensiones para eliminar la imagen del genocida gallego. Estoy seguro de que la inmensa mayoría de la ingente cantidad de extranjeros que estudian en su universidad no dan crédito a que la cara de un dictador reine en la plaza de las plazas ni en ningún otro lugar. Es como si alemanes, italianos o rumanos tuviesen las calles de sus ciudades repletas de monumentos rememorando a sus sátrapas. En el caso rumano, Nicolae Ceaucescu fue ajusticiado por un tribunal y las imágenes de su fusilamiento dieron la vuelta al mundo. Hitler se suicidó y Mussolini fue colgado en Roma junto a su amante. En estos países se ha borrado cualquier vestigio físico, aunque la historia permanezca muy presente. En España las calles homenajean a franquistas, el Valle de los Caídos es una vergüenza nacional y debería ser dinamitado sin contemplaciones. Las cunetas están repletas de ciudadanos asesinados durante nuestra guerra civil. Si hay alguien a quien esto le parezca normal, que hable con Naciones Unidas, que ha exhortado a España a que acabe de una vez con estas anomalías. Pero el Gobierno de Mariano Rajoy asegura que no conviene remover las aguas del pasado, por mor de la convivencia. ¿Mala conciencia? Quizás.
Publicado en El Norte de Castilla el 31 de mayo de 2017