Para mí constituye un misterio el juego que se trae entre manos Pablo Iglesias. Por una parte habla de la patria española con pasión y, por otra, defiende con ardor el derecho de autodeterminación de Cataluña, referéndum ilegal incluido. Igualmente, desconfío con convicción de que los millones de personas que dieron su voto a Podemos apoye el discurso del líder de esta amalgama política. Estoy seguro de que ningún castellano y leonés que votó a Iglesias le siga por la senda del independentismo catalán, por poner un ejemplo. De igual forma, PI (llamémosle así) defiende el derecho a la autodeterminación de otras ‘naciones’ del Estado español, léase Euskadi o Galicia. Supongo que lo hará extensible al resto del país y quizá algún día le oigamos decir con su pico de oro que Castilla y León es una nación sumida en hechos diferenciales con respecto a otras naciones y pida refrendar esta particularidad ante las urnas.
Podemos es una ilusión, un partido comunista del siglo XXI que vende un discurso que gusta a la gente. Un salario para todo el mundo es uno de sus lemas. España no es Suiza, entre otras diferencias, porque los helvéticos no están quebrados y nadan en la abundancia; por el contrario, nuestra vieja patria no tiene un euro y vive de la emisión de deuda pública. Quienes votaron a Podemos lo hicieron con el corazón y el resto de las vísceras, salvo el cerebro, que bien usado contribuye (y cómo) a separar el polvo de la paja. La lógica dicta que en las siguientes elecciones generales este partido se desangre y se produzca un trasvase de votos al PSOE, que parece estar reconstituyendo su basamento. Es cierto que la gente compró el discurso de PI, harta de los desmadres de los partidos tradicionales, pero tarde o temprano las aguas volverán a su cauce. Podemos contará con una base electoral que tan solo lo conformarán un pellejo escuálido de inconformistas ateridos de frío intelectual, y con un cerebro tan tierno que resulta conmovedor. PI irá transmutando y encajará lentamente en el sistema que ardientemente quiere demoler. Démosle tiempo.
Publicado en El Norte de Castilla el 20 de septiembre de 2017