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Roberto Carbajal

La aventura humana

Divorcio a la catalana

Mariano y Carla forman un matrimonio peculiar. No están casados, sino amancebados. Todo ha sido un cúmulo de intereses. Sus parientes miraron hacia otro lado y lo dejaron estar. Pronto, este par de extraños comenzaron a procrear. La prole fue creciendo y principalmente fue Carla quien se encargó de la educación. Mariano era sólo un semental, pero no hagamos que recaiga toda la responsabilidad en él; el pobre es fruto de la tradición familiar. Sus antepasados formaron pareja del mismo modo, así que se vio abocado a actuar de igual forma. Carla comenzó a influir en una parte de su extensa familia, mientras que su esposo se dedicaba a otras ‘cosas’. La zozobra se instaló en el ayuntamiento marital y un buen día Carla y parte de su familia conspiraron contra el matrimonio y la proclamada lideresa pidió el divorcio. Carla se calzó los pantalones que Mariano había dejado despistados en un rincón y cobró la apariencia de ‘prima inter pares’. Nuestro hombre se quedó de piedra, habida cuenta de que la había colmado con todos sus caprichos. Carla reunió a sus hijos y les pidió que decidieran si se divorciaba de su padre. Muchos convinieron en aceptar la propuesta de la ‘matrioshka’. Mariano envió a un grupo de amiguetes para que apaciguasen a la familia. Craso error: sacudió aún más el avispero. Género epistolar en mano, Mariano le pidió a su mujer que le aclarase si le había pedido el divorcio, dado que Carla lo había proclamado y negado a la vez. Ella le respondió “hablemos”, aunque su pareja tenía claro que su pretensión era seguir juntos. Le querían hacer creer que estos amantes a la antigua eran iguales, pero Mariano no tragó. Volvió a escribirle para que se aclarase. Carla se fue por las ramas y sus hermanas acusaron a Mariano de no querer arreglar el asunto. Hubo quien aseveró que Carla era en realidad hija de Mariano; por tanto, el lío fue en aumento. No estábamos hablando de matrimonio o divorcio; la verdad era que lo que nos traíamos entre manos era puro incesto, por lo que a día de hoy las cosas solo han hecho que empeorar. Puro cuento.

Publicado en El Norte de Castilla el 18 de octubre de 2017

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Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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