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Roberto Carbajal

La aventura humana

El día de la hipocresía

Como cada año, hoy se celebra la aprobación de la Constitución de 1978 y, lo que es mejor, el puente que la acompaña. No levanta demasiado entusiasmo, para qué vamos a engañarnos. Los actos de la conmemoración van a ser austeros, porque la situación política del país no está para desplegar demasiadas alaracas. Tampoco las formaciones que representan las ideas de los españoles contribuyen a que suceda lo contrario. Hay quien quiere reformar nuestra Carta Magna para acomodar los contrapuestos sentimientos autonómicos pero, por mucho que se pretenda tirar de la semántica, las tensiones persistirán. Se trata de un desiderátum más que de sumergirse en el posibilismo. El PP no quiere tocarla, pese al compromiso que el presidente Rajoy verbalizó con Pedro Sánchez durante el desafío independentista catalán en la aplicación del artículo 155. No obstante, la Constitución no debe ser un documento cerrado. Hay que acomodarla en la medida de lo posible sin desmantelarla en lo esencial, aunque también hay que velar por que esta piedra angular de nuestra convivencia deba ser cumplida al pie de la letra. Causa sonrojo la falta de división de poderes que se percibe. El Gobierno, todos los gobiernos, tratan de influir en el poder judicial para blindar sus propios intereses, con nombramientos partidistas que demuelen esa separación de poderes. La Constitución contempla el derecho de todos los españoles a tener acceso a una vivienda digna y todos sabemos que este precepto no se está cumpliendo. Sobre el derecho al trabajo, mejor no hablamos, y no es demagogia. Disfrutamos de la ley de leyes desde hace casi cuarenta años. Por cierto, el artículo 10 habla de la dignidad de las personas. Por tanto, ¿qué diablos hacen en las cunetas los esqueletos de los represaliados durante el franquismo? El PP se resiste a abrir el pasado, pero la dignidad mencionada debe ser una prioridad. Los despojos de Franco deben ser devueltos a su familia y el Valle de los Caídos transformarse en un monumento a la concordia, no a la exaltación de un genocida. O, mejor: dinamitarlo.

Publicado en El Norte de Castilla el 6 de diciembre de 2017

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Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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