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Roberto Carbajal

La aventura humana

Paranoia y caos neuronal

No seré yo quien diagnostique la afección que aqueja a Quim Torra. Esa tarea debería encomendarse a nuestro psiquiatra y excepcional columnista Fernando Colina, a quien ustedes pueden leer los sábados en este periódico. El presidente de todos los catalanes tiene serios problemas mentales o es un manipulador de primera línea, con millones de seguidores, lo que lo hace aún más peligroso. En su réplica al discurso del Rey, plantea que existe un problema democrático y de justicia. Se le olvida que él es el fideicomisario de la Constitución como miembro del Estado en aquella comunidad autónoma y su obligación es cumplir y hacer cumplir las leyes. Todas, las estatales y las que emanan del Parlament. Pero este supremacista se ha dedicado toda su vida a exacerbar los ánimos y la dignidad de los ciudadanos del resto de España mediante escritos incendiarios. Durante su reunión con el ‘príncipe valiente’ Pedro Sánchez, le planteó una serie de peticiones, entre las que se encuentran lo que él denomina la ‘desfranquización’ de España, al tiempo que le insta a que se trabe una mediación internacional al llamado conflicto catalán. Él sabe perfectamente que fuera de nuestra Carta Magna solo existe un clima siberiano, pero su intención es que el juego sin control desatado en Cataluña siga alimentando su sedienta arrogancia aristocrática.

Hay que reconocer que el presidente Sánchez tuvo el arrojo de celebrar un consejo de ministros en Barcelona y una reunión pseudobilateral con Torra y un grupúsculo de sus consejeros. A muchos líderes territoriales socialistas no les satisfizo lo que algunos calificaron como claudicación, tampoco a un cierto sector de sus votantes, mientras que la derecha más atrevida y sádica calificó aquellos actos como traición. La visión del presidente del Gobierno consistía en allanar el camino para la aprobación de sus ansiados presupuestos, pero mucho me temo que los milagros navideños no existen. Torra reclama un referéndum de autodeterminación, aunque sepa que la frustración y su manía persecutoria no conducen a ninguna parte, salvo al 155.

Publicado en El Norte de Castilla el 26 de diciembre de 2018

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Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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