El presidente del Gobierno está mintiendo a los periodistas, que incluso también son españoles. En el programa electoral del PSOE se incluía el propósito de redactar una ley de información, a través de la cual los medios de comunicación y cualquier ciudadano podrían acceder a archivos tan cabezones como en qué se ha gastado un consejero el presupuesto destinado en protocolo, hacia qué empresas se dirigen los gastos de la Administración de turno y, en fin, para qué diablos el contribuyente ha puesto los huevos en una cesta para que le den alegría quienes se sientan en el escaño. La cuestión no sólo iba a quedarse en cuestiones de gastos, sino que usted podría requerir cierto tipo de dosieres a la gente que dice representarle. El asunto no se ha movido del programa electoral, así que convénzase de que esta casta le toma el pelo. Si no recuerdo mal, dos superpotencias como Grecia y Chipre carecen de la misma normativa para que todo quisque sepa si forman parte de un país o no. Y la cuestión no es menor. Quien más, quien menos, se ha preguntado qué demonios hacen con sus impuestos y si las cuentas públicas son tuteladas por personas honestas. O qué material debe ser de dominio público. Así, los periodistas tienen que tirar de agenda o aguardar a la filtración de la ‘garganta profunda’ de turno.
Capítulo aparte merecen los jefes de prensa, esos hombres y mujeres que blindan a los profesionales del politiqueo. La excepción confirma la regla, pero es un hecho contrastado que cuando aterriza alguna carga pública para clavar la primera piedra de algo los jefes de prensa rodean al VIP como si fuesen Kevin Costner en ‘El Guardaespaldas’. Peor aún: no hay peor espectáculo que un periodista metido en harinas de gerifalte de comunicación. Estos puestos suelen recaer en personas que durante el ejercicio del periodismo constituían el azote del político. Luego le compra el amo del departamento de turno y esos perros de presa vilipendian a sus antiguos compañeros. Hace unos días me contaban el caso de una jefa de gabinete metida a locutora o viceversa, que a estas alturas desconoces el grado de confusión. Les dijo a sus pacientes compañeros: “Es que vosotros, los periodistas…”. Y la tipa se quedó tan campante. Si el presidente Herrera viaja, entra en el foso de los músicos el sabueso de los Baskerville y les suelta a los plumillas aquello tan manido de “el presidente no ha venido a responder a esto. Preguntadle por lo otro”.
Ambos vacíos dejan al informador en la indefensión y, con ella, a la sociedad a la que sirve. A los medios les resta soñar con la filtración de la fuente, de esa ‘garganta profunda’, y que suene la campana. Zapatero tiene ante sí un asunto bastante sencillo, lo prometió, pero el politiqueo es celoso de sus vergüenzas. Todo es un páramo y les causa pavor redactar la dichosa ley. Odio decirlo: ¡viva los Estados Unidos, carajo!
Publicado en El Norte de Castilla el 18 de julio de 2009