Es fácil hacer un chiste sobre Miguel Ángel Moratinos. Sólo hay que sustituir el nombre con los que bautizaron a Fernando Morán, y listo. Morán fue ministro de Exteriores con Felipe González y el arquitecto de nuestra adhesión a la Europa capitalista. Luego Felipe lo apartó y ya es historia política. El ex ministro se las vio a cara de perro con Margaret Thatcher por la soberanía de istmo y cuentan que estuvieron a punto de llegar a las manos, con todas las apuestas en contra del insigne ex jefe de la diplomacia española, si hubiesen llovido guantazos. El PP ha trasladado su caos al manoseo facilón de Moratinos. Todo viene a cuento de la visita que nuestro canciller ha cursado a Gibraltar, ese pedazo de roca que tiene menos metros cuadrados que muchos cuartos de baño. Con Gibraltar siempre hemos tenido un problema: no es nuestro hijo pero vive en casa por la gorra y aprovecha para saquearnos la cartera. Son menos de treinta mil llanitos, aunque aquel pedrusco alberga más empresas que habitantes. Es la versión burlesca del paraíso terrenal. Está previsto que el estatus fiscal gibraltareño desaparezca en 2010 y el Gobierno quiere seguir de cerca este asunto. Mariano Rajoy ha dedicado un par de días a reírse de España, porque quien se mofa de nuestra representación internacional lo hace también de sí mismo y además legitima que otros se sumen al coro. Lo más cabrón que uno puede encontrarse en el Peñón son los monos y muchos de los ministros principales que en el Apéndice han sido, como Joe Bossano, que tocaba diana cuando estabas a punto de conciliar el sueño. Los célebres macacos gibraltareños no tienen remedio pero las relaciones de España con su ‘okupa’ pueden allanar el camino del entendimiento y quizá el de la soberanía. Estos días, Rajoy y el PP que dice controlar se han hinchado a darle leña al mono de la diplomacia. Alguna prensa se ha hecho eco de las gracietas con desmedido alarde tipográfico. Pero han olvidado centrar el discurso. Francia, que también enredó lo suyo hace trescientos años en lo que ahora nos traemos entre manos, ha declarado la guerra a los paraísos fiscales y Nicolas Sarkozy lo ha dejado clarito. Gibraltar está en la lista y caminamos junto a Sarko en esta batalla. Rajoy ríe y ríe. Mientras, Manuel Fraga ha desacreditado tanta risotada, porque comprende a la perfección la estrategia y ha salido en defensa de la incursión. El artículo décimo del Tratado de Utrecht dice que Gibraltar revertirá a España si Gran Bretaña renuncia a su soberanía. Esto fue avalado por la ONU en 1967 con un par de resoluciones. Es improbable a corto plazo que Londres se desprenda del Peñón a la usanza con que cedió Hong Kong a los chinos, sin preguntar o molestar. Pero hay que tener amplitud de miras y ver qué terreno se puede labrar. Y quien no piense de este modo es que es un estrecho, y no precisamente gibraltareño.
Publicado en El Norte de Castilla el 25 de julio de 2009