Con las dictaduras da gusto, porque las reglas están claras. Un vejestorio da un golpe de estado y crea un régimen de terror. El pueblo calla y sólo se levanta para luego acostarse. Yo lo llamaría pensamiento por delegación.
Los regímenes democráticos administran ese placer con jeringas infectas. Las mismas normas que le sirven al déspota de la tiranía se edulcoran para revestir de libertad ciertos aspectos de la vida, en eso que llamamos alegremente estado de derecho. El pueblo es el que manda en una democracia, aunque no sea consciente. Oh, el pueblo: cuánto poder atesora y de qué forma tan absurda lo desprecia. No existe un talante más tonto que desperdiciar esa fuerza y supeditarla a la tutela de los partidos políticos. Los dictadores suelen tener su propio partido, único y verdadero. En nuestro sistema los partidos son unívocos y juegan a lo mismo. Se han blindado para no ser penetrados por la ciudadanía, que los financia. Son una oficina de colocación tan eficaz, que causan envidia a los que se acolan en las oficinas de empleo. Esta casta voraz nunca tiene suficiente, incluso ni bastantes asientos, así que se inventan entes como las fundaciones. Son teóricos ‘depósitos de pensamiento’ para nutrir a los descerebrados que las alumbraron, aunque llevan tiempo convertidos en máquinas inservibles de engullir impuestos para alimentar a los desposeídos del relumbrón y a prosélitos adyacentes. La FAES popular es una de ellas. Es el nido del PP en el que pían los neoconservadores de inspiración ‘yanqui-aznariana’. Mientras que la del PSOE rezuma frescura. Bautizarla como ‘Ideas’ es, sencillamente, hilarante. En su divertículo introductorio se definen como una “fundación privada sin ánimo de lucro”. Privada, con vocación de lacra, dicta la realidad.
Los adolescentes alucinábamos con la saga que hizo célebre a Isaac Asimov. Aquella sí que era una Fundación. Manadas de robots por todas partes. Y gente abandonando la Tierra con la intención de vivir en otros espacios más o menos lejanos. ¡Vaya, igual que ahora!
Publicado en El Norte de Castilla el 30 de enero de 2013