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Roberto Carbajal

La aventura humana

Fondo de armario

Paciencia Melgar es negra, africana y pobre por convicción. Cuando enfermó junto al misionero Miguel Pajares, el Gobierno español repatrió al religioso y a ella la abandonaron a su suerte en Liberia, a pesar de las peticiones en contra; “no era de aquí”. Pajares murió, como Manuel García Viejo, el otro misionero que también perdió la vida a causa del ébola. Curada e inmune, días atrás dio una rueda de prensa en la que aseguró no guardar rencor hacia las autoridades españolas ni animadversión contra nadie. Y para muestra, un botón. Su suero ha servido para que la sanitaria española Teresa Romero se esté recuperando a pasos agigantados.

África siempre ha sido el patio trasero de Europa. Fue su hacienda durante los inefables tiempos de la colonización, en los que se masacró, vejó y esclavizó a la población de aquel continente. Cuando décadas más tarde se ‘descolonizó’ el territorio, las mismas potencias que doblegaron a la población nativa crearon unos estados imposibles, a cuyo mando se aupó a dictadores colocados desde las metrópolis, mediante los cuales se esquilma sus apreciados recursos naturales gracias al sometimiento de niños que aparentan ser viejos. Un negro sirve lo mismo para un roto que para un descosido. Viven de rodillas ante los señores de la guerra y, cuando quieren huir en busca de una vida mejor, Occidente los trata como subhumanos. Harapientos y asustados, cruzan las verjas fronterizas para obtener las migajas que nosotros les dejamos. Alguien me dijo hace unos días que España es el hazmerreír del mundo, aduciendo que sólo nos falta recibir a los subsaharianos con una caja de bombones. Tiene razón: somos el hazmerreír del planeta, pero por otras razones. No me extrañaría que en breve a la buena de Paciencia le brinden algún homenaje “por su generosidad hacia sus semejantes”. La pasearán por los platós y la expondrán en los diarios como “todo un ejemplo” de no sabemos qué. El negro siempre queda bien en todas partes: empareja con todo y es recomendable tener algunas piezas en el vestidor.

Publicado en El Norte de Castilla el 22 de octubre de 2014

Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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