La política en España se ha convertido en un esperpento. Si fuese tan solo un juego infantil, no tendría por qué importarnos, pero en este mercado persa en el que ha trocado la gestión de nuestros intereses nos está llevando al precipicio. Artur Mas quiere ser presidente a toda costa, poco le preocupa tener que serpentear en el ruedo catalán con tal de que le invistan como gerifalte de aquella comunidad. Se ha convertido en un político rastrero y traidor. No sólo está traicionando el juramento que verbalizó cuando juró su cargo, sino que le trae al pairo si la traición se extiende a quienes votaron a su plataforma. La CUP, el partido antisistema que pretende demoler las estructuras del Estado en Cataluña y abandonar la Unión Europea, votó el domingo el apoyo a Mas. Empataron quienes le aborrecen y los que lo ven como un tonto práctico. Por tanto, habrá de esperar hasta principios de enero para conocer el resultado final.

El PSOE más débil de su historia mendiga apoyos para formar gobierno. Le tiene sin cuidado con quién, siempre que renuncien a la convocatoria de un referéndum en Cataluña. Pedro Sánchez está amenazado de muerte política por los barones de su partido y él se aferra al sueño de convertirse en el inquilino de La Moncloa a casi cualquier precio. Al otro lado de la cama nos encontramos al PP, que insiste en querer coronar a Mariano Rajoy, a pesar de que tiene en contra a todo dios. Ahora parece que ofrece a los socialistas formar parte de un hipotético gobierno liderado por el actual presidente en funciones, cuando en realidad, si fuese un tipo responsable, Rajoy dejaría su cargo y podrían formar una coalición con los socialistas por una cuestión de responsabilidad de Estado. Esta es la gente que nos ha tocado para dirigir el destino del país. En el escenario también huele a otra convocatoria electoral, que, en el peor de los casos, llamaría a la gente a votar en verano. Quién gana con todo esto constituye un misterio. De lo que no cabe duda es de que los auténticos perdedores somos los españoles.
 
Publicado en El Norte de Castilla el 30 de diciembre de 2015