La suerte ha caído de nuestro lado. El hecho de que en Tordesillas vivan nueve mil personas en vez de un millón ha hecho que la Junta haya decretado que la vergüenza nacional que constituye el Toro de la Vega quede reducido a la mínima expresión. El animal no morirá en la campa a manos de algún desgraciado que no sabe que lo es. En estos asuntos sentimentales los votos cuentan. Pero la cuestión es que esa sensibilidad que ha puesto en marcha el Gobierno regional no hubiera sido posible si los tordesillanos se contasen en cientos de miles, así de crudo. No obstante, ya hay quien está pidiendo que se celebre el sanguinolento festejo desobedeciendo el mandato y pagar la multa a escote, como si esto fuese salir de alterne. El uso de animales para el divertimento humano provoca un crujir de entrañas insoportable. España está cuajada de festejos de este tipo. Toros a los que les disparan alfileres (el Toro del Acerico), los toros de fuego en la culta Cataluña, el Toro Enmaromado de Benavente y así hasta el infinito. Ya es suficiente desgracia que tengamos que comérnoslos y que esta cuestión sirva para que algunos hagan demagogia al comparar el alimento frente a los festejos taurinos. En el caso que nos concierne ahora, en Tordesillas aducen que es una tradición ‘cultural’ que está respaldada por quinientos años de antigüedad. Si este argumento se aplicase a la historia de la humanidad, la segregación racial no se hubiese erradicado jamás, el sufragio universal para hombres y mujeres no sería una realidad, la esclavitud constituiría el pan nuestro de cada día y a la sanidad tan solo tendrían acceso quienes pudiesen costeársela. Por consiguiente, el argumento ancestral no cabe para esgrimirlo como defensa de una tradición que debería abochornar a los propios tordesillanos. El anuncio del consejero de Presidencia ha sido acogido con aplausos en todo el mundo civilizado. Aún queda mucho por hacer en esta materia en toda España, lo que hace necesario el concurso del Gobierno central y del Parlamento nacional. De momento, disfrutemos de esta dulce miel.
Publicado en El Norte de Castilla el 25 de mayo de 2016