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Roberto Carbajal

La aventura humana

Tres pies en un ataúd

Tal vez prescriban los delitos, pero la hipocresía y la estupidez humana no tienen fecha de caducidad. El Consejo de Estado emitió un dictamen en el que se culpa al Ministerio de Defensa de la irresponsabilidad en el accidente del Yakovlev 42, en el que murieron sesenta y dos militares españoles que regresaban de hacer su trabajo en Afganistán. El titular de la cartera de entonces, Federico Trillo, se fue de rositas a pesar de conocerse que el reconocimiento de los cadáveres se hizo a la española, chapucera y con un criterio que debió costarle la cárcel a algunos de los implicados en llevar a cabo esa tarea tan delicada. Había prisa por darle carpetazo al accidente, echándole la culpa a los pilotos y punto. Pero trece años más tarde los muertos llaman a la puerta del ministerio a través de sus familiares. La cadena de subcontratas del avión elegido para trasladar a nuestros militares fue temeraria. Todo el mundo fue alertado de que las aeronaves de la extinta URSS no eran seguras, incluso hoy en día siguen bajo sospecha. Interpelado durante una de sus carreras a lo robocop, Mariano Rajoy despachó este asunto como algo que sucedió hace muchos años. Como verán, nuestro hombre no decepciona a nadie con sus respuestas. No obstante, todos los focos alumbraban como máximo responsable a Trillo, hasta la fecha, embajador en Reino Unido. Él y muchos de sus subordinados de antaño fueron premiados con ascensos y destinos dorados. Fernando Martínez-Maillo, uno de los jefes del PP, respondía anteayer que qué quiere la gente hacer con el exministro. ¿Lo llevamos a la isla de Perejil?, preguntó. El escándalo de que los familiares de las víctimas recibieran un revoltijo de carne de varios cuerpos sería motivo suficiente para destinarlo como embajador en el islote de la discordia. La actual titular de Defensa, Dolores de Cospedal, ha recibido a las familias de los soldados. No se trata solo de hablar de indemnizaciones, que resultan pírricas a estas alturas. Tiene que dar respuesta a sus demandas, porque sí, en uno de los ataúdes se encontraron tres pies.

Publicado en El Norte de Castilla el 11 de enero de 2017

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Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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