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Roberto Carbajal

La aventura humana

El golpe de los privilegiados

Lo más llamativo de la revolución catalana es que ha sido promovida por la burguesía catalana. No han sido los pobres de solemnidad, los hambrientos, los que no tienen nada que perder porque ya lo perdieron todo. La izquierda catalana independentista, liderada por Esquerra Republicana, siempre contempló en su ideario la meta de la independencia en forma de república, pero ¿las clases acomodadas? Convergència (hoy PDeCat) lidera esta quimera. Durante años ha gobernado en Cataluña a golpe de talón, chantajeando a las empresas. El chantaje también se hizo extensivo a los partidos nacionales. PP y PSOE fueron rehenes del nacionalismo liderado por Jordi Pujol, uno de los mayores ladrones de la historia de España. Incluso el laureado Adolfo Suárez hizo concesiones a los convergentes. Al final, como resultado de las ambiciones personales y de partido, la bestia fue creciendo hasta tal punto que hoy nos lamentamos de haberla cebado. Durante los sucesivos gobiernos de Felipe González, Pujol era intocable. La fiscalía del Estado paró varios golpes contra el honorable president. Recordemos el caso de Banca Catalana, en la que el todopoderoso dirigente catalán metió la mano en la caja y, ante las acusaciones, se envolvió en la bandera y clamó ante el pueblo que quien iba a por él lo hacía también contra sus ciudadanos. Y aquí estamos, en un punto en el que el asunto se nos ha ido de las manos. Carles Puigdemont acudirá al Senado para explicar sus planes. La Cámara Alta no va a hacerle ni caso, esto démoslo por descontado, como le sucedió a Ibarretxe en su día ante el Congreso. Así que el Gobierno irrumpirá en las instituciones catalanas para tomar las riendas de un proceso que nadie sabe cómo va a terminar. Esa Cataluña rica y pacífica va a vivir sobresaltos en las calles, inestabilidad económica y vaya usted a saber qué otros acontecimientos. El artículo 155 ha venido para quedarse. Ahora sólo cabe rezar, para quien crea que así se resuelven los problemas. Sólo espero que nadie pierda la vida, que es lo que nos faltaba para desbocar a la bestia.
Publicado en El Norte de Castilla el 25 de octubre de 2017

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Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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