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Roberto Carbajal

La aventura humana

Metamorfosis simulada

Solo el Partido Popular puede salvar la unidad de España. Lo dijeron sus dirigentes durante la convención del pasado fin de semana. Hay que tener una memoria muy dispersa para no recordar que el independentismo catalán experimentó un auge colosal gracias a los recursos presentados ante la justicia por la formación conservadora contra la reforma de su Estatut. Esta y otras medidas provocaron la expansión del secesionismo como nunca antes, desembocando en lo que hoy nos trae de cabeza. El amortizado y desaparecido Mariano Rajoy también intervino como telonero en ese congreso. Pero aquel ya no era su partido. Como la historia propende a repetirse, el PP ha regresado a las manos de José María Aznar, el impertérrito sujeto que tantos dolores de cabeza provocó durante su mandato, cuyos casos de corrupción se fraguaron durante su estancia en la Moncloa. Aznar fue la estrella indiscutible y Pablo Casado le rindió pleitesía religiosa como el gran chamán del progreso de nuestro país. Casado pareció olvidar que el ungido por el devenir de los tiempos era él, por eso parece incomprensible tanta reverencia ante el otrora líder global español, fiel adalid a la política belicosa de Estados Unidos, que destrozó Oriente Medio.

Los nuevos amos no ocultan que su programa será más conservador que nunca, lejos del pragmatismo que marcó el mandato de Rajoy. Ahora practican el posibilismo para recuperar el poder en España, aprovechando la coyuntura. Han abrazado el liberalismo económico y la contención del progresismo social es su gran objetivo. Piden el voto para hacer de España lo que fue, según su ideario, tratando de fraguar la concepción de que o ellos o el caos. Ahora exhortan a los votantes de Vox para que vuelvan al redil, ignorando que parte de estos ya juegan en otra liga.

Sí, se han quitado la careta, aunque da la sensación de que son los mismos bueyes, con la onerosa sonrisa ‘profident’ omnipresente de Casado. Sonó el himno nacional como colofón a una muestra de testosterona política, como si allí estuviera el jefe del Estado, que no fue el caso.

Publicado en El Norte de Castilla el 23 de enero de 2019

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Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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