En 1992, Naciones Unidas estableció el 3 de diciembre como el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, una fecha que en la actualidad se conmemora de muy diferentes maneras. En aquel entonces -porque a algunos les sonará a cercano, pero ya han pasado más de dos décadas-, las palabras inclusión, normalización, incluso el término discapacitado eran utopías del lenguaje muy alejadas de la realidad de un sector marginado y alejado de ciertos placeres vitales como los de dar una patada a un balón, zambullirse en una piscina o lanzar la pelota a una canasta.
Eran otros tiempos… En los albores de 2015 -casi, casi ya con el calendario de 2016 en la puerta de la cocina-, la realidad es bien distinta. Basta con pararse a observar, y uno se da cuenta de que esos pequeños momentos se han convertido en la razón de ser de muchas personas con discapacidad.
Ejemplo de Deporcapacidad | FECLEDMI
Superación, valores, constancia, esfuerzo… Pueden ser hasta alusiones manidas para una sociedad sobreinformada y acostumbrada a saber de las historias de ese u otro deportista, que consiguió aquel hito sin piernas, con ceguera e incapaz de escuchar el ‘crash’ de un plato en la misma habitación. Sin embargo, para llegar a este punto la deporcapacidad ha jugado un papel fundamental.
Durante dos décadas -especialmente en los últimos diez años-, el deporte se ha convertido en ese clavo al que agarrarse para muchas personas. El Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo es una muestra de cómo el baloncesto en silla de ruedas cambió el ‘chip’ de cientos de pacientes que encontraron en la canasta un aliciente para pelear, hasta el punto de convertirlo en una forma de vida. La misma que la del atleta que planifica su día a día en función de los kilómetros que completa o la del nadador que finaliza con rabia su último largo al término de cada jornada.
La boccia ha pasado de ser un juego de la Antigua Grecia a convertirse en la mejor forma de expresión de personas que en muchos casos apenas pueden mover unos pocos músculos de su cuerpo, pero que encuentran en un caja de pelotas y una rampa la mejor forma de gritarle al mundo.
Las nadadoras paralímpicas Teresa Perales y Ester Rodríguez | FECLEDMI
En muchos casos, el 3 de diciembre se ha convertido en ese pequeña ventana que resume el cambio de una sociedad ávida de ocio y deporte, en la que la deporcapacidad se ha convertido en la mejor forma de acercarse a estas otras personas. De poder descubrir su día a día, con tintes épicos y con los acordes de ‘The eye of the tiger’ sobrevolando una atmósfera cargada de heroísmo que aparece casi sin quererlo.
Pregúntenle a Teresa -por Perales-, a David -por Casinos-, a Xavi -por Torres-… La deporcapacidad se ha convertido en una hoja de ruta que aplican con esmero y que sirve de ejemplo a miles de personas con y sin discapacidad -en igualdad de condiciones- para celebrar, disfrutar, sentir… En definitiva, para vivir.