El berciano Lodario Ramón es el entrenador paralímpico de halterofilia y ha conseguido en Londres llevar a Loida Zabala hasta el quinto puesto en la categoría de menos de 48 kilogramos
«He visto inyectarse orina no contaminada en la vejiga para no dar positivo en los controles, cuanto más se persiga el dopaje, más ganaremos los que estamos limpios»
David F. Atienzar | Londres
Hace ya más de treinta años que dejó la mina. Lodario Ramón era casi un crío cuando comenzó a trabajar en ella. Pero pronto se dio cuenta de que no era lo suyo. Con apenas 22 años abandonó su Fabero natal para irse a trabajar a Asturias como policía nacional. Los años y su afición por la halterofilia le llevaron a convertirse en el seleccionador paralímpico de la disciplina.
En Londres ha conseguido que Loida Zabala logre la quinta plaza en la categoría de menos de 48 kilogramos. La extremeña consiguió levantar 98 kilogramos de peso que le proporcionaron un meritorio diploma olímpico.
Lodario aún conserva la casa de su madre en Fabero, y habla con añoranza de su tierra berciana. «Aunque yo me fui muy joven, es una pena ver como los pueblos de la comarca pierden su juventud. La mina no tiene futuro porque han dejado que se hunda. Pero si les dieran trabajo a los jóvenes, se quedarían», defiende el leonés.
Pese a su temprana migración, la cuenca minera siempre ha estado ligada a la vida del entrenador. Igual que la halterofilia. Cuando abandonó los Ancares y se asentó en tierras asturianas, montó un gimnasio en otra cuenca, la de Langreo. Allí empezó a entrenar con jóvenes deportistas aficionados al levantamiento de pesas. Poco a poco su prestigio fue creciendo y pasó a ser entrenador olímpico, puesto que actualmente compagina con el de seleccionador paralímpico «Trabajar con personas con discapacidad es la máxima expresión del deporte», enfatiza el seleccionador. «He estado aquí con los olímpicos y he visto mucha tontería. Estas personas, en cambio, nos dan muchas lecciones de humildad y de solidaridad», indica.
Lodario cuenta con un currículum sobresaliente como entrenador: 72 medallas internacionales, 450 nacionales y dos diplomas olímpicos, ambos con Zabala. Fue precisamente cuando venía de uno de esos torneos internacionales, cuando la conoció. «Cuando comencé con Loida tenía muy mala técnica”», explica el de Fabero. «Empezamos a entrenar a distancia, pero los progresos eran mínimos. Así que le dije que se viniese un mes a probar a Asturias». Tras ese periodo, la extremeña decidió quedarse en el Principado y probar suerte en su nuevo destino. Los avances fueron evidentes y, con tan solo 21 años, Loida participó en sus primeros Juegos Paralímpicos en Pekín. Allí, consiguió su primer diploma después de levantar 80 kilogramos de peso y acabar octava.
Cuatro años después, ha conseguido la quinta plaza tras levantar 98 kilogramos. Sin embargo, pese a esta progresión, deportista y entrenador no son ajenos a la realidad que se impone tras las medallas más mediáticas: el nivel español en los Juegos está bajando. «Mientras esto no se profesionalice, iremos bajando en el escalafón», sentencia Lodario. «Vemos que los deportistas de otros países viven de esto y entrenan ocho horas diarias, mientras que nosotros trabajamos todo el día y tan solo entrenamos dos horas en nuestro tiempo libre», analiza.
Lodario tampoco es ajeno a las sospechas de dopaje que se ciernen sobre el deporte de peso. «Yo estoy tranquilo. Cuanto más destapen mejor, así los que trabajamos limpio tendremos más posibilidades», advierte. «Es imposible que un deportista pase en un mes de levantar 95 kilos a levantar 110. Cuando ves algo similar, es que hay algo raro. Yo he visto hasta inyectarse orina no contaminada en la vejiga para no dar positivo», subraya sin tapujos.
La mirada de Lodario se queda fija en el horizonte. Observa y comprueba cómo han cambiado las cosas desde que se marchó de Fabero. Con su natural optimismo, piensa que a él no le ha ido nada mal y augura un buen futuro. Un futuro que pasa por Loida y por Brasil.