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El Norte de Castilla

Tú opinas: aquí tienes tu espacio

Así recuerda a Félix Antonio González el alcalde de Valladolid, Javier León de la Riva

Amigo, Félix

No seré yo quien escriba ripios con motivo de tu muerte, Félix. Los ripios son cosa tuya y, desde siempre, en esta ciudad nuestra, los Ripios son… palabras mayores. Pero soy el Alcalde y mi presencia en estas páginas era de obligado cumplimiento. Como Alcalde, digo. Que como amigo, todo cambia. O quizás no. Quizás nada cambie. Porque, como amigo tuyo, tampoco hubiese podido dejar de asomarme hoy a estas líneas de EL NORTE, tan tuyas.

Tú y yo, cada cual en su especialidad, siempre tuvimos una vocación común: incuestionable, intocable, incontestable… Valladolid. ¿Qué tendrá Valladolid, Félix, que hace que nos conduzcamos con tanta determinación y, con frecuencia, de forma tan visceral? Todas las ciudades tienen su trovador, su juglar, su poeta. El nuestro -nuestro trovador, nuestro juglar, nuestro poeta- eras tú, Félix Antonio; y ahora que te has rendido al descanso eterno, exhausto de burlar al tiempo y a los elementos, ¿habrá quien ponga una voz verosímil a nuestro querido Valladolid?
Quizás mencionemos con demasiada alegría aquello de vivir en plenitud. Sin embargo, yo mismo, que ya llevo vividas unas cuantas décadas y que les aseguro que he conocido a gente de muy diversa condición, cuento con los dedos de la mano las personas de las que puedo afirmar que han tenido una existencia plena. Félix Antonio González es, sin ninguna duda, una de esas personas y, la suya, una de esas existencias plenas de contenido, plenas de significado y plenas de sentimiento, que explican por sí mismas la trascendencia que tiene la vida en sentido estricto.
En el prólogo del último libro de Félix Antonio (Entre pan y bola (vida articulada). Valladolid, 2009), decía yo que Félix no era un hombre de este tiempo, sino «un hombre de todos los tiempos». Era un enamorado de la vida y no perdía ocasión de decirlo «cuanto más alto, mejor». Félix Antonio había descubierto que el secreto de la vida no era otro que «ser feliz» y huía de quienes afirmaban que tan sólo era feliz quien podía: «Eso es una verdad a medias», sentenciaba. «Es feliz quien quiere. O, al menos, quien quiere ser feliz, tiene mucho adelantado».
Félix Antonio quiso ser feliz con toda su alma y lo fue y tiró para adelante sin consentir que nadie le amargase la vida. Reencontrando la felicidad, cada día, en el trabajo (en sus pinceles y en su máquina de escribir); en Carmina, en Félix, en Juan… Y en Valladolid. Siempre Valladolid.
Ahora que por fin descansas, Félix, entenderás que no consintamos en que hagas mutis por el foro, así, sin más. El reconocimiento, el respeto, la admiración y el cariño de los vallisoletanos para contigo no admite contenciones ni corsés. Como tú solías decir: «Todo lo que vale la pena es… sentimiento». Y aquí lo tienes, Félix. Valladolid te quiere. Y te seguirá queriendo. Valladolid sabe lo mucho que tú la has querido a ella y esta mutua adoración -fértil, productiva y espléndida- ha de manifestarse sin trabas.
Gracias, amigo Félix. Descansa ahora y saborea tu triunfo. Un triunfo que, en todas sus manifestaciones, y con tu venia, Maestro, se quedará y permanecerá aquí con y entre nosotros.

septiembre 2009
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