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Esperanza Ortega

Las cosas como son

Diez poemas comentados

POEMAS Y COMENTARIOS DE ESPERANZA ORTEGA

He escogido, para esta pequeña antología de mi obra, algunos de los poemas que considero más representativos. Comienza con un poema dedicado a mi hijo cuando no había cumplido aún su primer mes de vida y termina con otro que le dedico ahora, cuando tiene veinte años. En este cuaderno se encierra entonces mi labor de veinte años, nada menos. Este es el rescoldo que encuentro cuando me acerco a la hoguera que ardía en mi interior, un puñado de versos y el deseo de que no desagraden al lector de poesía.

1

Como un gorrión sin alas

qué amargura tu llanto

qué abandono tu mano

perdida entre la nieve de las sábanas

bravura fragilísima

mi suave y tierno niño

de cristal y de carne

nunca habrá una desdicha

más solitaria y honda

que tu llanto

algún día

se abrirá una palabra

como una flor entre tu boca

y volverás de nuevo

a posarte en mis ramas

volverás a mis brazos

ángel pájaro y niño

gorrión con alas

y con nombres.

Algún día. 1988

2

Pareces dibujada en los cristales

mientras dices adiós con la sonrisa

¿qué sentirás

ausente

de mis brazos?

¿serás feliz?

¿te internarás en selvas y en milagros?

¿qué noches

qué peligros

o qué amor?

ni tú ni yo sabemos

niña de fuego y alas

mientras dices adiós con tu sonrisa.

Algún día. 1988

3

Una percha olvidada

y la lámpara vieja

los niños

se despidieron del caballo blanco

se sostenía muda

tu casa

apoyada en el aire de la claraboya

donde el amor creció invisible

tierno como un racimo

asombro

de gentiles fantasmas descuidados

sin embargo el otoño

cayó sobre la casa

y la cubrió de sombras amarillas

Mudanza. 1994

Estos tres poemas están dedicados a mis hijos, Elisa y Manuel. Los dos primeros pertenecen a Algún día, mi primer libro de poemas. En ellos he intentado expresar la ternura de dos momentos en apariencia irrelevantes: el momento en el que el bebé llora sin consuelo, antes de que las palabras afloren a su boca para expresar su dolor, y el momento en el que la niña de tres años, sin saber adonde va, se despide perpleja desde la ventanilla del autobús que la conduce por primera vez al colegio. En ambos acontecimientos hay una esperanza, una frescura propia de los pasos con los que se inicia un camino; esa ternura inicial se sobrepone a la incomunicación del niño que llora y a la separación de la niña que se va. El tercer poema pertenece a Mudanza, mi segundo libro. El título de Mudanza habla ya por sí mismo del cambio, de la despedida. En algún rincón de la casa vacía permanecen las huellas de lo vivido, el caballo blanco que dice adiós a los niños. El amor que hubo allí es el que desde ahora sostendrá la casa invisible, aunque todo, incluso esa casa, acabe siendo cubierto por las sombras amarillas del olvido.

4.

Ahora sólo tienes una vida

bajas las escaleras

agitas tu pregunta como un pañuelo blanco

quedan sobre el tablero

peones poco ágiles y fichas sin valor

has desmigado el pan

has dejado que el agua te escurra entre los dedos

¿te das cuenta?

ahora sólo tienes una vida

vuelves a oír la voz del visitante

no la dejes morir

abre la puertecilla de su jaula

permite que acompañe a la bandada de los estorninos

la belleza

asoma en las rendijas de este gesto imposible

su rastro es tortuoso y su fulgor

alumbra hasta el abismo sin lámpara ni estrella

pero toda ella cabe

en el cielo minúsculo

de tus manos vacías.

Mudanza. 1994

En muchos juegos, a cada uno de los jugadores se le asignan unas vidas que pueden ir perdiendo a lo largo de la partida. También los seres humanos, en nuestros primeros años, nos sentimos pletóricos, con la sensación de tener muchas vidas por delante; sin embargo llega un momento en que nos damos cuenta de que sólo nos queda una. ¿Qué hacer entonces? ¿Guardarla en una jaula para preservarla? Este poema lo escribí para eludir esa tentación, por eso hay una voz que dialoga, que primero pregunta: “¿te das cuenta?” y después ordena: “abre la puertecilla de su jaula…” La belleza –concluye el poema- está en la pérdida, en ella reside la vida. Y en unas manos vacías, vacías por haber vivido, puede encerrarse el Paraíso.

5

¡Cuánto sufre el amor

en los rincones!

hay días que se oculta

igual que un perro enfermo

duerme como

un reptil

sobre el mosaico

aquel amor murmullo

que nos guiaba cierto

entre la bruma

el mismo amor que se acurruca ahora

desorientado

sobre este desaliño de hojas secas

al que acaricias

su pálido pelaje

para eso

para que no se muera

así de solo

Hilo solo. 1995

¿Por qué no representar al amor que desaparece con un pobre perro moribundo? A ese amor que nos guiaba por entre dolor y la bruma, preservándonos de todos los peligros, como sólo saben hacerlo los perros lazarillos, le encontramos ahora pálido, tendido en la frialdad del mosaico . Y nos acercamos a él, aunque ya no nos amemos, porque recordamos al amor. Y le hacemos compañía para que no se muera así de solo. De esa forma, sin darnos cuenta, le estamos resucitando, porque el amor vive también de la compasión y la ternura.

6

Como una lágrima

oscura

la noche sobre el día

¿rodará entre la hierba

tu dolor?

como dos frutos tiernos

caídos de sus ramas

así lloran tus ojos

Hilo solo. 1995

El dolor de cada uno forma parte del dolor universal, por eso, cuando estamos tristes, nos comunicamos mejor con el mundo, sentimos que vivimos en el mundo. La noche cae sobre el día como las lágrimas de nuestros ojos, nuestros ojos caen también con esas lágrimas, ruedan por el suelo como los frutos caídos. Como los frutos caídos son jugosos, pues el dolor es también un jugo dulce, que merece la pena que probemos, porque es el jugo de la vida.

7

Labor atenta de hilo solo

-sigues tejiendo tu tapiz indócil-

ése que no se ve

ni engaña su hermosura

a los reyes sedientos

una puntada aquí

en el quicio oscilante

donde ayer escondías los más frescos racimos

¿qué será de tus manos

que palpan los tesoros

en los pliegues?

-acaba ya

esta labor de sombras-

reconoce

vencida

que únicamente ofreces hilo solo

y que tu desnudez ha naufragado

sobre un océano

sin límite

pero esta voz

-¿de dónde?-

vuelve cada mañana

con su rama de olivo.

Hilo solo. 1995

Me he preguntado muchas veces por qué sigo escribiendo poemas. No he conseguido con ninguno de ellos rematar ninguna obra, sentir que he expresado cabalmente la voz que escucho dentro. Pero sigo tejiendo el tapiz que nunca termino, como hacía Penélope, la esposa de Ulises, con el hilo del verso, sin aguja, sin bastidor. Muchas veces me he propuesto abandonar esa labor inútil, pero cada mañana la misma voz se me presenta con su rama de olivo en el pico, como la avecilla que anunció a Noé que había una tierra cerca en la que le esperaba una nueva vida. Esa voz me anima a continuar tejiendo.

8

Esta voz que se enciende

¡qué alegría delata!

en una flor

todas las flores

sobre la tapia limpia

ni un revés

¿canción?

arde aquí

no hay palabra

en una flor

todas las flores

el mundo ha recobrado

su anillo de verdor

rueda por el sendero que recorren

los deditos de oro

ha llegado la hora

ya están todas las flores

en una sola flor

Como si fuera una palabra. 2002

Con este poema he querido expresar la sensación de alegría, de plenitud. Todas las flores están entonces en la única flor que poseo, toda la alegría en mi alegría. Y todas las explicaciones sobran, porque la alegría es aún más inexplicable que el dolor.

9

En la hora desnuda

sólo eso

un segundo de luz y paraíso

de aquellos que la amaron

sabe los rostros mudos y su temblor de ala

todos

juntos

abran el cofre y vea ella

esos diamantes escondidos

libres

al fin del cepo las palabras

que mansamente caigan esos copos

de nieve

sin red

en un segundo blanco

sobre el regazo de su mirada cobijados

de par en par

las dos puertas abiertas

sólo

un paso

decir adiós así

que el saco no se cierre

sin librarle a la voz de sus cadenas

tacto

y aire

encuentre allí esa voz

sus zapatos perdidos

al fin cerrado el círculo del mundo

en la hora desnuda

sólo

eso

un segundo de luz

y paraíso.

Como si fuera una palabra. 2002

Yo no creo en la Vida Eterna y, sin embargo, añoro el Paraíso. En la hora de la muerte, sólo pido un segundo edénico. Dicen que, cuando estamos a punto de morir, pasan por nuestra mente todos los momentos vividos con intensidad, de manera simultánea. Pero para conseguir ese segundo de paraíso, lo que necesitaría sería no ver, sino tocar y escuchar, lo no vivido, lo que se calló, lo que no llegó a acercarse. La niña del saco fue a buscar sus zapatos perdidos a la fuente y allí fue atrapada por el hombre malo, nunca encontró sus zapatos. Encontrar los zapatos sería volver a la felicidad, a la plenitud de donde salimos, aunque sólo fuera por un segundo.

10

EN UN ÁRBOL ESCRITO

Nunca nada de ellos te había conmovido,

ni siquiera sus nombres.

Recogías del suelo

a veces una hoja desprendida a tu paso,

la mirabas ausente

con tosca indiferencia,

segura de su verdor, que iba a responder

con el silencio suyo a tus preguntas, ¿cuándo?

Debajo de sus copas pasó el amor contigo

y aspiraste el perfume

de su hospitalidad ensombrecida,

mas no leíste nunca

su caduca escritura,

los trazos del reflejo inestable del sol

en la sombra que era de tus sueños cobijo.

Ahora no responde, ahora te interroga:

¿desde dónde ha caído esta hoja amarilla

sobre el papel en el que escribes?

Y mientras se deshace

en tus manos su escuálido esqueleto,

le contestas que has visto esta mañana

al mirar a tu hijo

-que de repente es alto, tan alto como ellos-

la esbeltez de sus troncos,

que en su vello incipiente hay restos de resina

e intuyes en sus labios un sabor de raíces.

¿Lo recuerdas ahora? Ése era el mensaje

perenne, de aquella escritura:

en ti había un árbol,

de su copa ha caído esta hoja amarilla.

El árbol que ha brotado de la alfombra invisible

de las horas de espera,

aquél en el que añoras llegar a cobijarte,

bajo la sombra tuya,

junto al tronco soñado

en cuyo cerne estaba escrito este poema.

Poema inédito. 2003

Un poema no se escribe cuando quiere el poeta. El poema es un acontecimiento, que tiene que suceder. Un día yo vi que mi hijo era un árbol, que había crecido mucho, como crecen los árboles, aquel niño que en el primer poema de esta antología lloraba sin consuelo. Supe entonces que escribiría este poema, pero ¿cuándo? Tuve que esperar hasta que sucediera el acontecimiento. Fue muy sencillo. Estaba sentada un día en la calle, en una terraza, cuando cayó una hoja de un árbol sobre la hoja de mi cuaderno. Era una hoja amarilla y seca. ¿De qué árbol? No había ningún árbol por allí. ¿Había caído del cielo? Eso era tan imposible como lo que sentí después, que había caído de mis propias ramas, que dentro de mí había un árbol y que de ese árbol había nacido mi hijo.

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Sobre el autor

Esperanza Ortega es escritora y profesora. Ha publicado poesía y narrativa, además de realizar antologías y estudios críticos, generalmente en el ámbito de la poesía clásica y contemporánea. Entre sus libros de poemas sobresalen “Mudanza” (1994), “Hilo solo” (Premio Gil de Biedma, 1995) y “Como si fuera una palabra” (2007). Su última obra poética se titula “Poema de las cinco estaciones” (2007), libro-objeto realizado en colaboración con los arquitectos Mansilla y Tuñón. Sin embargo, su último libro, “Las cosas como eran” (2009), pertenece al género de las memorias de infancia.Recibió el Premio Giner de los Ríos por su ensayo “El baúl volador” (1986) y el Premio Jauja de Cuentos por “El dueño de la Casa” (1994). También es autora de una biografía novelada del poeta “Garcilaso de la Vega” (2003) Ha traducido a poetas italianos como Humberto Saba y Atilio Bertolucci además de una versión del “Círculo de los lujuriosos” de La Divina Comedia de Dante (2008). Entre sus antologías y estudios de poesía española destacan los dedicados a la poesía del Siglo de Oro, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la Generación del 27, con un interés especial por Francisco Pino, del que ha realizado numerosas antologías y estudios críticos. La última de estas antologías, titulada “Calamidad hermosa”, ha sido publicada este mismo año, con ocasión del Centenario del poeta.Perteneció al Consejo de Dirección de la revista de poesía “El signo del gorrión” y codirigió la colección Vuelapluma de Ed. Edilesa. Su obra poética aparece en numerosas antologías, entre las que destacan “Las ínsulas extrañas. Antología de la poesía en lengua española” (1950-2000) y “Poesía hispánica contemporánea”, ambas publicadas por Galaxia Gutemberg y Círculo de lectores. Actualmente es colaboradora habitual en la sección de opinión de El Norte de Castilla y publica en distintas revistas literarias.